Los gatos son unos animales excepcionales. Más allá de la
eterna duda entre perros y gatos, si hubiese que elegir un animal que cumpliese
como detective, los felinos se llevarían el
gato al agua (ja-ja-ja), dejando de lado al típico sabueso estilo Sherlock.
Su inquieta inteligencia, la capacidad de atención, el poder pasar
desapercibidos si lo desean… esos son sus poderes
de base. Holmes, la protagonista
felina del libro, no podría ser menos. La gatita calicó (de las típicas de tres
colores, vamos) resulta ser una gran detective, con una capacidad de deducción
y de comunicación increíble. Sobre todo, teniendo en cuenta que su compañero no
es otro que Katayama, un joven detective de la policía japonesa, apodado princesita por sus compañeros y un
auténtico desastre en casi todo lo que se propone.
Con estos mimbres y situada en un contexto de novela de
detectives clásica, la primera entrega de la colección de novelas de la gata
Holmes no solo sirve para introducir a los personajes, sino que presenta un
caso con varias ramificaciones, de difícil resolución. Y no tan infantil o blanco como pueda parecer. Pero vayamos
por partes, como buenos investigadores.
Los misterios de la gata Holmes de Jiro Akagawa es la primera
novela de la amplia saga de la gata detective, que goza de muchísima fama en
Japón, con serie de tv incluida, tal y como se reseña en la fantástica
introducción con la que cuenta la edición en castellano de Quaterni. Arrancó en 1978 y sigue vigente hoy en día, con 50 novelas a sus espaldas. Casi nada.
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Promo de la serie de tv japonesa. |
Como es característico de este tipo de novelas, la premisa
principal es bastante directa: una chica aparece brutalmente asesinada y su
muerte se relaciona con una prestigiosa academia femenina y una red de
prostitución conformada por alumnas del mismo centro. Un escandalazo, vamos. El detective Katayama, con toda su inocencia y
su despiste innato, se hace cargo del caso, a pesar de que acercarse a las
mujeres no es lo suyo… En todo buen policiaco (al igual que en cualquier buen
capítulo de Los Simpsons) la
investigación inicial se complica, se ramifica, dando lugar a nuevos asesinatos
e incluso una muerte en una habitación cerrada por dentro, las favoritas de
Katayama.
Los misterios de la gata Holmes es un libro devorapáginas, uno de esos casos en los que avanzas hacia la
conclusión de sus 260 páginas casi en un suspiro. Un libro muy entretenido,
vibrante, divertido y fácil de leer, quizás demasiado fácil de leer (si es que
eso existe, o se admite como piropo). El estilo de Akagawa resulta clave para
ello: sencillo (no confundir con simple), con mucho diálogo, la cantidad justa
de descripción y un ansia por avanzar de manera constante en la historia, casi
sin pararse a contemplar las situaciones o en ahondar en detalles. Este
aspecto, que podría verse como un algo negativo, aporta al conjunto de la
novela una sencillez y un buen hacer
que le sienta como un guante. Fuera pretensiones, puro y duro entretenimiento.
Y con gatitos. La historia detectivesca funciona, los personajes principales
cumplen y además, hay un par de claves más: la crudeza y realidad de los
asesinatos y un finísimo sentido del humor que abarca toda la novela, desde su
arranque hasta el final, a pesar de que en determinados momentos la trama se
oscurezca un poco.
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Akagawa enseñando dónde hay que dejarle los yenes. |
La pareja protagonista, 50% humana 50% gatuna, es otro de
los atractivos del libro. La presencia de un gato detective no debe crear
reparos a la hora de leer ya que en ningún momento la trama o las apariciones
de Holmes resultan infantiles ni demasiado increíbles para el desarrollo
(partiendo de la base de que el libro trata sobre una gata con inclinaciones
detectivescas, claro). El auténtico detective de la historia es Katayama, el
ejemplo viviente del típico personaje japonés tímido, patán y casi arrollado
por la vida. Vive con su hermana, sin pareja a pesar de estar cercano a la
treintena (pecado mortal en el Japón más tradicional) y trabaja en la policía
como detective gracias a su mentor (tanto laboral como personal), el
superintendente Mitamura. Katayama se marea con la sangre, se vuelve tímido con
la presencia de las mujeres, duerme en el trabajo, es olvidadizo… pero cuando
se motiva, un ligero brillo de atención se activa en su mente. Resulta
imposible que no te caiga bien, aunque pueda llegar a desesperar un poco.
Tiene, incluso, una especie de progresión como personaje, a pesar de lo corto de
la novela. No se le puede pedir más (bueno, que espabile, pero esa es otra
historia…).
Si Katayama es la parte humana
de la pareja protagonista, Holmes, la gatita calicó, es la felina, aunque a
ratos resulte más humana que su pareja. Holmes es la gata del decano Morisaki,
amigo de Mitamura y el primero que levanta el escándalo de la red de
prostitución universitaria. La gata tiene total libertad para moverse por la
academia y fijarse en todo lo que ocurre, pero además posee una capacidad de
razonamiento y de comunicación fuera de lo normal. Ya se nos presenta como un
personaje de pleno derecho a las pocas páginas de iniciarse la novela y en
ningún momento se entra en el terreno de lo ridículo o lo infantil. Como decía
anteriormente, el mayor obstáculo a vencer por la novela es que trata sobre una
gata que ayuda a resolver casos, pero no cae en la exageración fácil. Holmes es
muy lista, escoge entre amigos y enemigos y ayuda a Katayama a centrarse en
pistas imposibles, pero nada más.
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La gatita calicó televisiva. Un amor. |
La novela, además de tener un inicio potente (en las
primeras páginas ya hay un brutal asesinato) no baja la intensidad en ningún
momento, con momentos de relax cómico y muertes bastante brutales. Es una
novela muy recomendable para dejarse llevar y disfrutar, tanto de la trama policiaca
como de la visión de la sociedad japonesa de finales de los 70, con notas al
pie aclarando algunos aspectos, aunque en algunos momentos se abusa de ellas.
La edición de Quaterni es muy buena, flexible, ligera, con una introducción
excelente sobre el autor y su extensa obra, aunque la traducción flojea en
algunos momentos con expresiones raras y diálogos con continuidad extraña, pero
sin lastrar demasiado la lectura. La resolución del caso, que es a lo que todos
queremos llegar al empezar, se sostiene, sin ser nada demasiado espectacular ni
recurrir a artificios extraños. Un excelente añadido a la colección de grandes
detectives que tiene abierta la editorial y que nos acerca títulos poco
conocidos por nuestro país.
Los misterios de la
gata Holmes es una presentación excepcional para una serie de personajes que
funcionan a la perfección y que mantiene el nivel durante toda la lectura. Ágil, rápido, divertido y que crea adicción, es
un libro muy recomendable para leérselo del tirón y esperar por la siguiente
entrega, a finales de año probablemente. A mí ya me han convencido para
repetir.