Hace mucho tiempo que no hago estas reseñas así
que voy a intentar ponerme al día rápido.
¡Vamos!
No respires (Don’t breathe – 2016)
es la segunda película de Fede Alvarez, director que saltó al
estrellato de todos aquellos a los que nos gusta el terror y las
sangrías con el remake de Posesión infernal (Evil dead, 2013) y que
libró la papeleta de reinterpretar una de las mejores películas de
terror de todos los tiempos (toma ya) con una nota altísima. Después
de un tiempo más que prudencial para preparar nuevos proyectos
vuelve con un trabajo dirigido y guionizado por él mismo y, oh
spoiler, el nivel sigue igual de alto.
La premisa es simple. Detroit, hoy en
día: crisis, abandono, inseguridad. Tres jóvenes se dedican a
realizar allanamientos de morada para realizar pequeños hurtos hasta
que se encuentran con la noticia de un veterano de guerra que
presuntamente, atesora una indemnización millonaria en su casa,
debida a la muerte por atropello de su hija por parte de otra joven
rica. Datos importantes: Uno, la casa está en un barrio abandonado,
sin nadie viva cerca y dos, el inquilino y supuesto millonario es
ciego. Pobre veterano de guerra ciego aislado de la sociedad y
víctima de una injusticia… ¿qué podría salir mal?
90 minutos en el espacio cerrado de una
casa de dos plantas y sótano que en ningún momento baja de ritmo o
intensidad, un espectáculo mayúsculo sostenido por la tremenda
dirección de Álvarez a la altura de los “grandes”, desde
Hitchcock y la tensión que vemos (o creemos ver) hasta el dominio
del espacio de James Wan. No hay nada que desentone en la película,
se toma su tiempo para presentar a los personajes y la situación,
pero cuando se mete en harina ya no hay freno que valga. Uno de los
principales problemas de esta clase de película es que pasado el
impacto inicial, se mueven en una cuesta abajo hasta que se salva por
un desquiciante giro final o muere en los créditos finales. No
respires consigue funcionar en todo su metraje, sin excepción,
incluso en un final de esos que tanto nos gusta a los fans del
género. Mención aparte merece Scott Lang y su “Blind man”,
personaje sin nombre pero con una intensa historia que lo hace entrar
en el selecto grupo de personajes icónicos de los últimos años.
En definitiva, Fede Alvarez consigue
consagrarse como uno de los mejores directores de terror actuales,
todo un artesano que a un poco de suerte que tenga, puede hacerse un
nombre muy a tener en cuenta en el género, a la altura de los
grandes. No respires es un auténtico ejercicio de los mejores
clichés del terror sin caer en la repetición o el hastío de ser
una película devorada por una idea inicial imposible de sostenerse
con el paso del metraje. Todo en ella funciona a la perfección: los
actores, la inclusión de giros argumentales a lo largo de la
película, la ambientación, la banda sonora, ese final… Una
ovación cerrada, una de mis películas favoritas del año.
Pulgares arriba: Prácticamente, todo.
El final.
Pulgares abajo: Que no salga una
película así cada mes (o cada día…)
La escena: En el sótano, a oscuras;
ciegos los protagonistas, mudos los espectadores.
Dejemos la estúpida polémica y demás
fuera de esas simples líneas y pongamos una idea de base: la
Cazafantasmas de los ochenta está bien pero no es ninguna locura,
resulta aburrida a ratos y una descomunal lucha de egos de sus
protagonistas. Eso sí, no tengo ninguna queja o duda acerca de su
enorme valor dentro de la cultura pop. Quizás por eso me enfrento a
su remake de 2016 sin ningún tipo de tabú, expectativa o prejuicio.
Estas nuevas Cazafantasmas, criadas en el SNL como sus predecesores,
nos llevan a una entretenida comedia llena de gags, fantasmas,
ectoplasma y colorines. Nada que objetar. La película cumple lo que
promete: hay fantasmas, hay rayos y comedia. Sus protagonistas
funcionan a la perfección como el conjunto de excelentes cómicas
que son (quizás Kristen Wiig y Kate McKinnon brillen sobre el
resto) y el añadido del torpe secretario encarnado por Chris
Hemsworth pone el broche de oro. Cazafantasmas, versión 2016, es una
comedia de verano fresca, rápida y ligera, sin mayor pretensión que
entretener, reivindicar su condición de espécimen raro en el género
y cumplir un velado pero perfecto homenaje a las películas
anteriores pero sin rendir una pleitesía incondicional que hubiera
terminado por hundir la nueva versión, basta con ver los cameos de
ciertos personajes clásicos.
Dos horas de diversión y comedia, con
un añadido estético importante, desde el diseño de los fantasmas o
el arrollador potencial pop de Holtzmann (McKinnon) que convence
simplemente con una mirada a través de sus gafas de soldar.
Pulgares arriba: Su ligereza, las
protagonistas, los coloristas efectos especiales, su particular y
acertada manera de ser un remake.
Pulgares abajo: La estúpida polémica
generada, la sensación de que el montaje ha dejado bastante metraje
fuera de la versión final.
La escena: El ataque final de los
espectros.
Zombis, caminantes, infectados, muertos
vivientes, revividos... mil sinónimos para el mismo elemento
(diferenciado por matices, claro). Después de una desaparición casi
por completo de la cultura popular, llevan unos años monopolizando
cualquier aspecto, por difícil que parezca su conversión al mundo
“Z”. Hay cierto síntoma de hartazgo (por lo menos lo noto en mi
mismo) pero siempre es de agradecer la presencia de humanos en
avanzado estado de putrefacción. Train to Busan es el último
fenómeno de la industria surcoreana, rompiendo taquillas y generando
un interés internacional en sus derechos. Casi nada.
La historia es simple: un padre frío y
distante se siente obligado a acompañar a su hija a visitar a su
madre en Busan, en la otra punta del país. Para ello hacen uso del
tren de alta velocidad...justo el día que ocurre un estallido de
infectados que se cuelan en el tren, claro. Tensión, destrozos y
cientos de infectados corriendo al unísono por los vagones.
En este caso la presencia zombi es
encarnada por infectados: portadores de alguna misteriosa infección,
propagada por mordisco, que convierte a las víctimas en muy poco
tiempo, dependiendo del lugar del mordisco. La conversión es
acompañada por espasmos, gritos guturales, ojos velados y rapidez de
movimientos. Y un apetito voraz por la carne humana.
La película,
sin embargo, se sale de la norma del género para hacer poco uso de
la violencia extrema o el triperío tan común para dejarnos un
espectáculo casi (y digo casi, cogido con pinzas) familiar, en una
historia que posee muchísima tensión pero pone el foco en los
sentimientos más que en la acción. Es más parecida a Guerra
Mundial Z que a Amanecer de los muertos, vamos.
Un punto enorme a su
favor es su ambientación en el interior de un tren durante gran
parte de la duración: vagones aislados, espacios
reducidos, la oscuridad de los túneles, las paradas programadas...
todo eso juega a favor de la tensión de la película, sobre todo en
el arranque de la acción. Los protagonistas son los típicos
estereotipos del género: padre que solo vive para su trabajo, una
hija pequeña desatendida, una feliz pareja a punto de tener un bebe,
un equipo de béisbol, un par de señoras mayores algo cotillas, un
tipo sin escrúpulos... y un montón de esos secundarios sin nombre,
apellidos o frase que sabes que van a servir de tierna carnaza. Si la
película hubiese sido norteamericana nadie nos hubiera salvado de
tener a un ex-marine por ahí perdido.
Tensión en los vagones |
Entre los puntos fuertes de la película
se encuentra la tensión constante, un entorno con situaciones
cambiantes a pesar de suceder en su mayoría en el interior de un
tren y efectos muy resultones, como los montones de infectados que se
mueven como masas informes ante un mismo estímulo. También hay
nubarrones, no todo va a ser bueno; superada la tensión inicial
parece un poco repetitiva en su desarrollo, con un esquema
tensión-calma-más tensión muy predecible. La dirección no es la
mejor arma con la que cuenta este Train to Busan y muchas veces no
tiene la calidad que me gustaría al contrario de lo que
pasa con (las comparaciones son odiosas, lo se) otros ejemplos de
cine similares como la enórmica The Host. Los actores sufren de esa
especie de sobreactuación tan característica del cine asiático y
las escenas con combates algo mas físicos quedan un poco raras, como
lentas e interminables.
En definitiva, Train to Busan es una
película original, marcando una nueva cota en el mundo zombi pero
que se vuelve demasiado “familiar” (con énfasis en el
entrecomillado), casi una fábula del egoísmo del ser humano, de la
perdida de los valores individuales entre la masa. El mensaje no
dista tanto de la básica encarnación del zombi de Romero pero
cuando el símil se vuelve tan sencillo y directo pierde fuerza y
gracia. Aun así la película soporta las dos horas de duración
entre mordiscos, trenes y algunas ñoñeces con soltura. A mi hubiese
gustado con menos nubes de gominola y mas vísceras pero así está
bien, entiendo que hay gente que necesita echarle azúcar a todo.
Pulgares arriba: Nuevos infectados para
la colección, la idea del tren, las avalanchas infectadas.
Pulgares abajo: Excesiva duración,
demasiado azúcar.
La escena: El primer estallido en los
vagones del tren.
Hola :) Me apunto la primera, me la anoto para un futuro visionado en épocas de Halloween. Tengo muchas ganas de Las Cazafantasmas, sobre todo por seguir sacándola a la palestra y rebatir todos esos argumentos y machismos en torno a ella. Y la última la conocí hace poco, espero vérmela en algún momento. Un abrazo^^
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