Reseñas

martes, 17 de septiembre de 2024

El imperio del vampiro - Jay Kristoff / Nocturna

Era cuestión de tiempo que esto sucediese, dos circunstancias hechas para coincidir en algún punto del espacio tiempo.
Que me leyese El imperio del vampiro de Jay Kristoff, después de lo muchísimo que gustó su trilogía de Nuncanoche, era una situación con altísimas probabilidades de ocurrir.

Lo intenté, intenté estirar los plazos lo máximo posible, a la espera de las 2 entregas restantes, pero llegó el momento.
Fantasía oscura, un mundo sumergido en la oscuridad, clanes de vampiros, destrucción, chulería y un autor que conoce su estilo a la perfección y llena más de 900 páginas con un único objetivo: hacernos disfrutar, aunque nos destroce por el camino.

Bienvenidas, bienvenidos al fin de los días, a la oscuridad eterna, a El imperio del vampiro.



Título: El imperio del vampiro / "Empire of the vampire"
Autor: Jay Kristoff
Editorial: Nocturna, 2022
Traducción: Laura Naranjo
Ilustraciones: Bon Orthwick
Páginas: 944
Rústica con solapas.

Durante casi tres décadas, los vampiros han luchado contra los humanos, cimentando su imperio eterno mientras el nuestro se desangraba. Ahora los que sobrevivimos somos solo unas chispas de luz en un mar de oscuridad creciente.

Gabriel de León es el último miembro de la Orden de Plata, dedicada a defender el reino y la iglesia antes de que los arrasaran. Su destrucción fue imparable cuando la luz del día nos abandonó.

Condenado a muerte por el asesinato del rey vampírico, el último miembro de la hermandad sagrada se ve obligado a contar la historia de su vida. Una historia que abarca años, desde su juventud en el monasterio de San Michon y el amor prohibido que presagió su ruina hasta la traición que aniquiló su orden. Una historia de batallas legendarias con criaturas de la noche, de fe perdida y aliados improbables, de las guerras de la sangre, del Rey Eterno y de la última esperanza que le quedaba a la humanidad antes de que los monstruos nos redujeran a cenizas.

Porque las últimas palabras de Gabriel serán, en definitiva, nuestro epitafio.


No resulta sencillo buscar un punto de inicio para lanzarse a hablar de un libro de más de 900 páginas. 
Un monstruo, un mastodonte, un vampiro ancien en forma de novela.
El imperio del vampiro nos lanza a un mundo de fantasía, sumergido en la oscuridad, en la que los vampiros tienen arrinconados a los pobres humanos supervivientes. Cuatro castas de vampiros, cada una con sus habilidades especiales y una crueldad y sed de sangre similar, compiten para someter a toda la civilización, después de la muerte del Rey Eterno, el monarca vampiro que controlaba todo el lío.

Toda historia necesita un protagonista y el nuestro es Gabriel de León, el más grande de los Santos de Plata, el León Negro, asesino del Rey Eterno, defensor de la raza humana y de la Santa Iglesia del Redentor, último bastión frente a la invasión colmilluda.
Así que pasaremos las 900 páginas dando paseos por las historias de Gabriel, en diferentes tiempos, desde su ingreso en el monasterio para convertirse en un guerrero hasta su descenso al barro, pasando por mil aventuras, cruentas batallas, sacrificios, amor y pérdidas.
¿A que no parece nada nuevo?

Quitad los vampiros, el estilo de Kristoff y algunos detalles estéticos y nos quedaría una historia de fantasía al uso. 
Un esqueleto mil veces visto.
Pero entonces, oh ingenuas personitas, esto no sería una novela de Jay Kristoff ni yo estaría hablando de ella con estusiasmo.
Y ahí, justo ahí, llegamos a la estructura.

Jay Kristoff es un juguetón, un escritor al que no le cuesta dar vueltas a ciertos tópicos para llegar a los puntos que le interesan. Y, entre otras cosas, en El imperio del vampiro, su objetivo es el orden de los hechos. 
Si colocásemos en orden cronológico todo lo que pasa en este primer libro de la trilogía, además de quedarnos unos huecos argumentales importantes, nos saldría una narración más o menos convencional, sobre la creación de un héroe.
¿Qué hace Kristoff?
Jugar con la estructura a su antojo, intentando (a ratos) unirla con lo que quiere contar.
Me explico.
Luego iré a darme un paseo por los referentes de la historia que he sido capaz de localizar, pero la novela arranca con un Gabriel derrotado, en una especie de ocaso heroico, apresado por los vampiros. Un historiador del clan Chastain, una de las estirpes de vampiros dominantes, entra en su celda y le pide que le narre toda su vida y obra, sin omitir detalle. 
Y Gabriel se dispone a ello, comenzando por su nacimiento, el descubrimiento de su verdadera naturaleza y la llegada a San Michon para convertirse en un santo de plata... hasta que Gabriel o Kistoff (o yo mismo) se aburre y pega un salto a una historia centrada en otro punto. 
Justo cuando esa segunda historia, esa búsqueda del poderoso Grial a la que Gabriel se lanza junto a un maravilloso grupo de aventureros, nos tiene embelesados y la acción se dispara, Gabriel/Kristoff decide que hay que volver al monasterio. 
Y así, otra vez.
La manera de justificar ese salto, esa estructura fragmentada, es el capricho de Gabriel, bien por ese aburrimiento, bien por detallar cosas que van a ayudar a construir la historia futura o bien para chinchar al pobre historiador vampiro.
Pero la intención que subyace en el plan de Kristoff es otra: entretener y mantener alerta al público en una novela de casi mil páginas llena de originalidad, si, pero también de lugares comunes.


Lo siento por los puristas o los defensores de la narrativa lineal pero este señor viene a escribir tochos y también a jugar una partida de rol con nosotros, siendo Kristoff el master absoluto.
Creo que esa decisión encaja muy bien con el espíritu de la novela y hay que dejarse llevar. 
Gabriel le cuenta la historia a los Chastain por un motivo, al igual que el clan vampiro necesita esa información por otra razón. Gabriel, en realidad, quiere ganar tiempo, arañar horas ante su inminente ejecución.
Y yo, como lector, me dejo engatusar por ese clásico recurso pero que me parece tremendamente acertado.
Tan acertado que ayuda, en gran parte, a que esas 900 y pico páginas pasen como si fuesen la mitad.

Otro punto Kristoffiano es la manera de narrar y sus diálogos. 
Venimos de Nuncanoche, entre otras obras, y ya sabemos lo que hay. Se mantiene esa mezcla de narración pasional, cargada de sentimientos, como momentos de chulería y macarreo máximo
Te narro una emotiva escena de amor, paso a una cruel batalla, destrozo a un personaje y remato con una serie de diálogos lapidarios. 
Todo medido, encajado con un ritmo impecable.

En El imperio del vampiro hay, atención, ¡vampiros!
Cientos, miles de ellos, en un mundo de fantasía muy oscura (tanto de luz como de hechos).
Y, ¿cómo son los vampiros?
Son crueles, despiadados, temibles, urdiendo con el paso del tiempo a su favor, sangrientos y el perfecto reverso de los humanos.
Divididos en 4 clanes, cada uno con sus poderes especiales, desde leer y alterar pensamientos a una fuerza increíble, pasando por ser casi invulnerables o controlar a los animales, los vampiros de Kristoff reúnen varios de los tópicos y leyes de los chupasangre de la cultura popular actual. 
No pueden cruzar aguas en movimiento, les afectan la plata y los ornamentos sagrados, si bebes tres veces de la sangre de un mismo vampiro (curativa y amplificadora de poderes) te conviertes en su esclavo y demás.
Creedme, dan lugar a escenas de una oscuridad mayúscula. 
Poca broma.
Hay, además estados intermedios, aberraciones y engendros que no llegan a ser vampiros de pleno derecho, casi ni son seres funcionales, pero forman las huestes que asedian a la humanidad y los mestizos.
Estos mestizos nacen de mujeres humanas pero de padre vampiro. Tienen naturaleza humana pero, entre otras cosas, adquieren el poder del clan vampiro al que pertenece su progenitor. 
Y son los mejores cazadores de vampiros, por supuesto...

El mundo de El imperio del vampiro encaja como un guante en este mundo de colmilludos. Un mundo sumido en la oscuridad, con bosques dominados por extraños hongos ante la falta de luz, con tintes clásicos de una Europa preRevolución Industrial, entre la Edad Media y el Renacimiento francés, cargada de secretos, de ciudades arrasadas, de extraña magia, religiones caídas, fe perdida e inquisición.
Jay Kristoff va construyendo este mundo poco a poco, dosificando la información y lanzándola algunas veces con acierto y otras cayendo en las explicaciones un pelín obligadas.

La galería de personajes es amplia y variada, utilizando ciertos estereotipos para luego ir deformando a su antojo. Gabriel, ese héroe caído en desgracia, con momentos y actos llenos de grises y Bebeceniza, su espada, Astrid, Chloe y ese grupo de personajes que buscan el Grial que son una compañía de una campaña de D&D (con un guiño a Final Fantasy) o el misterioso Dior, pasando por los terribles vampiros centrados en Danton Voss, La Bestia.
Y, mi favorita, Liathe, esa extraña mujer... con la máscara de Joey Jordison de Slipknot.
Hay, por cierto,mucha, muchísima música en la novela, como dejan ver los agradecimientos finales. De Slipknot a Lorna Shore, de Architects a Bring me the horizon, de Type-0 Negative a Bad Omens.


Comprenderéis que una novela así necesita fliparse y, oh personas, Kristoff es uno de los mejores en eso de fliparse
Batallas tremendas, espadas que hablan, magia de sangre, huestes inacabables, huídas imposibles, muertes angustiosas, asedios, tatuajes de plata en guerreros que combaten sin armadura y giros imposibles.
Imposible aburrirse.

Hablaba de referentes y ¿a qué recuerda El imperio del vampiro?
Vaya por delante que es una novela con la suficiente entidad y personalidad propia como para ser un mero recipiente de ideas reutilizadas. 
A años luz de esa idea, vamos.

Si hablamos de los vampiros, la ecuación más sencilla sería Vampiro: La mascarada + el Ravenloft de D&D + 30 días de oscuridad + Castlevania.
Casi nada.
El mundo y el estilo de fantasía nos lleva, de nuevo, a Castlevania (vampiros afrancesados llenos de levitas y chorreras), pero cayendo hacia lo literario a Patrick Rothfuss (es imposible no pensar en El nombre del viento), las conspiraciones y crueldad del George R. R. Martin de Canción de hielo y fuego, al mundo del Witcher, de Geralt de Rivia, de Andrzej Sapkowski, etc.
Hay, incluso, una escena que me recordó poderosamente a El misterio de Salem's Lot de Stephen King y su poquito de Underworld, Crepúsculo y Crónicas vampíricas.

Referentes eternos, pero modernos del género, que ya tienen una fuerte imagen creada en la cultura popular.
Y el más fuerte de todos, el que da sentido a la premisa principal del libro: Entrevista con el vampiro, de Anne Rice.


Me quedo corto si digo que El imperio del vampiro me ha gustado mucho.
Muchísimo.
Vamos, que si alguna vez hubiese planteado cómo sería una fantasía oscura de vampiros, tremendamente molona, sería así.
Tal cual.

Jay Kristoff avanza un paso en cuestiones de estilo, planteamiento, ideas y ejecución en comparación con la, ya fantástica, anterior trilogía de Nuncanoche, sin perder ese toque característico. 
Esto deberá confirmarse en un futuro, claro, ya que este libro es la presentación del meollo, más o menos.
Hay cuestiones que pueden echar para atrás, como la extensión de la trilogía, ese desdén de Kristoff hacia todo lo preestablecido, la violencia (no es, para nada, un libro juvenil), los hechos en relación con la edad de alguno de sus personajes o la falta de un personaje femenino como la Mia Corvere de Nuncanoche
Yo, personalmente, no estoy en ese punto y me he dejado arrasar por este libro, por sus vampiros y esa maravillosa destrucción que hace Kristoff de cualquier religión organizada.

Mención aparte para la edición de Nocturna, respetando las ilustraciones originales, añadiendo los marcos del inicio de cada capítulo, en un libro de rústica con los márgenes lo suficientemente anchos para evitar que leer esto fuese un desastre.
Y con la traducción de Laura Naranjo, que ha sabido captar ese rollo y el tono chulesco de los personajes de Kristoff.

900 páginas que he bebido y, aún así, me he quedado con ganas de más.
Si hubiese tenido a mano el segundo volumen (Empire of the damned), lo habría empezado de inmediato, con el corazón un poco roto porque Kristoff sabe hacernos sufrir.
Habrá que esperar unos meses...

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