Reseñas

jueves, 11 de enero de 2024

"Cabezales sucios" - Aaron Dries / Dimensiones Ocultas

Primera lectura del año.
Quizás no sea importante o puede ser que marque, de una manera invisible, el nivel del resto de libros que vaya a leer durante el 2024. 
Quién sabe, a lo mejor estoy cargando de importancia y responsabilidad a un libro que no tiene culpa de haberse puesto a tiro a principios de año. 
La cuestión es que el libro elegido es de Dimensiones Ocultas, editorial con la que tengo una afinidad especial, y no es otro que "Cabezales sucios" de Aaron Dries, la primera propuesta de su catálogo para 2024. 
El instinto, o ese hilo invisible que puede ser que actúe sobre mi elección de libros, tampoco me ha fallado en esta ocasión.
"Cabezales sucios" es todo lo que me suponía sobre él... y un poquito más.



Título: "Cabezales sucios"
Autor: Aaron Dries
Editorial: Dimensiones Ocultas, 2024
Traducción: Roberto Carrasco
Páginas: 187
Tapa blanda con solapas.

El verano de 1994 se presenta como todos los veranos; Heath - Spoons -  no tiene muchos más planes que jugar con Lincoln Leoung, su mejor amigo, y pasar el rato en Top Universe Video, mirando las carátulas de las películas de terror y recreándolas en su cuaderno de dibujo. Pero algo está cambiando dentro de él… ¿Es magia negra lo que le hace sentirse atraído por otros chicos? ¿O quizás lo que está a punto de pasar es algo más grave  - y de proporciones cósmicas -  que ser un adolescente gay en los años noventa?


Mi cara es un desastre encarnizado. Y la culpa es mi cicatriz más profunda.

Yo también pasé, a mediados de los noventa, un buen puñado de veranos pegado a un reproductor de vídeo vhs, algunas películas alquiladas y muchas cintas listas para grabar de la televisión. 
Y muchos grandes recuerdos de esa época también están centrados en descubrir películas nuevas o deambular por las estanterías del videoclub esperando que alguna carátula te llamase la atención. 
Quizás os suene a cuento de viejo, que lo es un poco (no me escondo), pero me sirve para presentar la conexión que tuve con parte del libro ya desde un principio. 
"Cabezales sucios" transcurre en una parte aislada de la lejana Australia y es un ejemplo clarísimo de coming of age, de esa literatura de tránsito entre la adolescencia y la vida adulta o, casi mejor dicho, de dejar atrás la infancia, que no es lo mismo. Ya sabéis lo que se puede encontrar en una lectura así: aislamiento, soledad, ritos de paso, problemas familiares, etc. 
Y lo tiene, claro que lo tiene.

Aaron Dries construye la novela con una especie de cuenta atrás, alterando el orden de la narración para llamar nuestra atención. Nuestra primera toma de contacto con Heath, al principio del libro, es unos años después del eje central de la historia y no nos vamos a encontrar con un alegre y jovial adolescente. 
Heath o Spoons, su apodo, está marcado tanto externa como internamente y malvive escondido en los rincones oscuros de una sociedad que prefiere no mirar bajo sus alfombras, no sea que vaya a encontrar elementos indeseados.  Algo ha hecho o le ha pasado a Heath, algo que le hace cargar con una culpa horrible, casi parece que está contaminado por algún tipo de parásito. La narración, al igual que si rebobinamos una antigua cinta, nos lleva al principio del pesar de Heath, durante el verano del 94.
Y el resto ya forma parte de la lectura así que no voy a hacer ni un destripe más.

Varios puntos de interés aparecen durante las apenas 200 páginas de lectura que hacen que "Cabezales sucios" destaque sobre el resto de novelas del estilo que han ido apareciendo durante estos últimos años. 
En primer lugar, la ubicación, con la que sucede una cosa bastante curiosa. Estamos hablando de Australia, años 90. No puede resultar más alejado, tanto espacial como temporalmente, y eso tiene sus particularidades, claro. 
Heath vive en un pueblo pequeño, aislado, a un enorme trayecto en coche de cualquier centro comercial, por ejemplo. Su familia, clase obrera, humilde, no puede permitirse lujos así que las visitas a esos comercios son motivo de fiesta. 
Eso permite a Heath pasarse la tarde dibujando las carátulas de las cintas vhs, mientras cuida de su hermana, para después recrearlas en su casa. 
Si lo reducimos al mínimo veremos que la ubicación, en este caso, casi da igual. Es una historia con unos componentes universales. Quizás tenga más relevancia la época, con un  final de los 90 marcados por el cambio de milenio.


Otro elemento capital es todo lo relativo a los sentimientos. Es una novela corta que se siente como una herida abierta. Aaron Dries expone todas sus cicatrices (algunas cerradas, otras abiertas) de una forma tan directa, tan dura pero a la vez delicada, que es imposible que no te alcance. En este campo entra todo: miedo, soledad, identidad, madurez, deseo, despertar... Todo.
¿Y como lo hace? Bueno, unas veces encierra mensajes que dan cuerpo a la novela, como ese elemento oscuro que siente Heath, mientras que otras veces es increíblemente directo en sus ideas.

Si habéis llegado hasta aquí os estaréis dando cuenta de que falta un punto clave: el horror. Porque "Cabezales sucios", además de un emotivo coming of age es también una novela de horror. Heath se siente aislado y perseguido por algo, un ente que le ha obligado a hacer cosas, que le genera una culpa horrible y que quizás tenga su origen en el sótano de la casa familiar. Hay horror, un fino elemento que explota en la última parte de lectura pero que se percibe desde la primera página.


Etiquetas, etiquetas, malditas etiquetas. Me paso la vida renegando de ellas pero no puedo dejar de usarlas. Decía que "Cabezales sucios" es un coming of age pero no uno cualquiera, es el coming of age gay (o queer) por excelencia. Y ahí, justo ahí, radica su interés, su corazón y la maravillosa apuesta de Dimensiones Ocultas por esta novela. 
Heath comienza a sentir cosas, pulsiones afectivas y sexuales que no termina por concretar, aunque hay gente de su entorno que lo tiene claro. Heath es gay pero su mente adolescente de mediados de los 90 lucha por verse (atención, abro comillas) "normal". 
Sea lo que sea eso. 
Estamos hablando de una época muy alejada a la actual, con el fantasma del SIDA estigmatizando la sociedad y un entorno muy pequeño como esa Australia casi rural. 
Complicado.
Hablaba de miedo y ahora tenemos al SIDA presente, así que os dejo éste video que el propio Aaron Dries cita en la novela y ya me decís si os parece normal.


Yo no he tenido esas luchas internas, esa pugna por descubrir tu propia identidad, pero aquí queda reflejado a la perfección.
La lucha contra uno mismo, contra los demás, contra lo común y la intolerancia, venga de donde venga.
Y, ¿cómo se combate?
Pues dibujando portadas, alimentando la imaginación, intentando no caer en rincones oscuros y lanzando miradas furtivas a lo extraño, al terror o a viejas revistas abandonadas en cabinas de camión.
Mención aparte a las películas de terror citadas. 
Maravilla.

Y, hablando de maravillas, la cubierta de Thon con el diseño vhs de Álex Castillo me fascina. Un acierto respetar la impactante ilustración de la edición original mezclada con la modificación para parecer una carátula de vídeo. Buen acierto, también, la traducción de Roberto Carrasco, esquivando la jerga noventera australiana. 
Y, hablando de la editorial, "Cabezales sucios" es una novela que, a priori, parece alejarse de las propuestas habituales pero resulta NECESARIA. Dimensiones, ya sabéis, hay muchas y ésta es una de ellas. 
Un riesgo, una delicatessen.

A pesar de su vertiginoso arranque, "Cabezales sucios" es una novela que se cuece a fuego lento. Va dejando ideas, elementos, pequeñas piezas que terminarán formando un gran conjunto en su final. 
En apenas 200 páginas, Aaron Dries os va a dar una buena paliza emocional, que puede resultar bastante dura dependiendo de los puntos en común que tengáis con Heath. Una novela con espíritu de película indie, con una escala pequeña que alcanza grandes objetivos.

Una historia de paso a la edad adulta oscura, dolorosa, necesaria. Una manera de dar voz a temáticas, sentimientos e identidades que suelen dejarse en un segundo plano. 
Lo duro que es crecer en soledad, cargado de miedos y estigmas, la valentía de aceptar que vas a romper con lo establecido o el monstruo que puede crecer en las relaciones familiares.
Los esqueletos de los armarios, los cadáveres debajo de las alfombras, los rincones oscuros de la sociedad: eso no debe ser refugio para nadie.
Ojalá pudiésemos rebobinar alguna cintas, algunas vidas. 
Ojalá pudiésemos limpiar algunas cabezas, sacar alguna mancha de culpa.
Ojalá.

1 comentario:

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