Se cumple una década de la irrupción de Paul Tremblay (Aurora, Colorado, 1971) en el mundo de la literatura de terror con su, ya clásica, Una cabeza llena de fantasmas (Nocturna, 2017). Aunque tenía algún trabajo anterior, esa novela marcaría su despegue definitivo, acompañada de muchísimo reconocimiento, premios y demás.
Dos colecciones de relatos y cuatro novelas después, Tremblay nos presenta Una película de terror, su último trabajo, sobre una película de terror (obvio) de culto y las consecuencias que acarrea la preparación de un remake.
Ya os adelanto que ha sido su novela que más me ha gustado desde Una cabeza llena de fantasmas, que rebosa de temáticas, contenido y estilo Tremblay, así que, si no os ha convencido en sus trabajos anteriores, dudo que lo haga al 100%... aunque os llevaréis una grata sorpresa.
Dos colecciones de relatos y cuatro novelas después, Tremblay nos presenta Una película de terror, su último trabajo, sobre una película de terror (obvio) de culto y las consecuencias que acarrea la preparación de un remake.
Ya os adelanto que ha sido su novela que más me ha gustado desde Una cabeza llena de fantasmas, que rebosa de temáticas, contenido y estilo Tremblay, así que, si no os ha convencido en sus trabajos anteriores, dudo que lo haga al 100%... aunque os llevaréis una grata sorpresa.
Título: Una película de terror / Horror Movie
Autor: Paul Tremblay
Editorial: Nocturna, 2025
Traducción: Eva Cosculluela
Páginas: 328
Gracias a la editorial por el ejemplar para reseña.
Autor: Paul Tremblay
Editorial: Nocturna, 2025
Traducción: Eva Cosculluela
Páginas: 328
Gracias a la editorial por el ejemplar para reseña.
En 1993, un grupo de jóvenes dedicó un mes al rodaje de Una película de terror, un terrorífico largometraje independiente. ¿Lo curioso? Solo vieron la luz tres escenas de la película, que con el tiempo ha conseguido una legión de fans. Treinta años después, Hollywood impulsa un remake de gran presupuesto.
El hombre que interpretó al Chico Flaco recuerda a la perfección los secretos ocultos en el guion, los extraños sucesos del rodaje y la tragedia que ocurrió. A medida que emergen los recuerdos, las fronteras entre la realidad y el cine, el pasado y el presente empiezan a difuminarse.
Tres décadas después, el único superviviente del reparto original va a ayudar a rehacer la película. Pero ¿a qué precio?
Películas de culto y terror van casi de la mano; desde producciones de bajísimo presupuesto que rompen estadísticas, taquillas y moldes a proyectos malditos, sacudidos por mil desgracias. Tremblay centra la novela en uno de esos proyectos, con el genérico título de Una película de terror. Un rodaje casi amateur, a principios de los 90, interrumpido de manera trágica, misteriosa, y que, con el paso de las décadas, ha adquirido un estatus de culto, con algunas filtraciones de escenas rodadas, guion y demás. La típica película que todo el mundo asegura haber visto... pero que nadie lo ha hecho porque no existe.
Ni más, ni menos.
Ni más, ni menos.
Es tan misteriosa y atractiva que surge una nueva propuesta: un remake de una película que, en realidad, nadie ha visto.
Y, para esa vuelta a la vida, nada mejor que contactar con uno de los personajes clave de la película original, quizás la figura central: el Chico Flaco.
De su mano, con sus propias ideas y recuerdos, será la manera en la que iremos desenredando la madeja de terror, tragedia, mentiras y verdades que da forma a Una historia de terror.
Tremblay construye la novela desde el punto de vista de este Chico Flaco, en diferentes tiempos. O, si preferís, desde el presente mientras va recordando fragmentos del pasado.
Hay un tiempo actual, el Ahora, en el que surge la oportunidad de hacer el remake y comienzan los contactos con el personaje principal. Un hombre adulto que tiene bloqueado gran parte de lo que ocurrió Entonces, casi como una herida que ha cicatrizado... mal.
Reconocido en festivales y convenciones de terror, culpable de miles de comentarios, teorías y podcasts online, el Chico Flaco es casi un personaje a la altura de Donnie Darko (o del conejo Frank, más bien).
Los recuerdos vuelven y Tremblay los enclava en un Entonces, un tiempo pasado, un 1993, en el que nuestro narrador va recordando lo que sucedió en el rodaje de Una película de terror.
Entre medias, y para completar, se añade el guión de la película, tal cual, para ir dando forma y contexto a esas memorias.
¿Tenemos un narrador no fiable?
Obvio.
¿Tenemos una historia narrada en distintos tiempos, cargada de secretos, que se va desenvolviendo poco a poco?
También.
El Chico Flaco será nuestros ojos y nuestra memoria durante todo el relato. Un personaje complejo, lleno de culpa, de remordimientos y de secretos, que no quiere volver a rememorar lo ocurrido durante los 90 pero que se ve vinculado sin remedio a ese remake.
El resto de personajes van a ser las compañeras de rodaje de Una película de terror, a las que conoceremos en los distintos marcos temporales, y parte de las personas encargadas del remake.
El resultado es una novela bastante directa, sin dar rodeos, más allá de su estructura juguetona.
Cine y terror de los ejes centrales de la novela, pero hay más, mucho más. Tremblay es un autor de ideas y obsesiones casi fijas y en Una película de terror desfilan casi todas, emparentándola con el resto de sus trabajos pero especialmente con El club de los portaféretros.
Identidad, soledad, aceptación, dismorfia corporal, el peso de la mirada ajena, cultura alternativa..., todo centrado en ese Chico Flaco protagonista. Si en El club de los portaféretros el eje central era el punk rock, en Una película de terror es, lo habéis adivinado, el cine de terror.
Una novela muy meta, introduciendo elementos, conversaciones y detalles sobre cine pero con un Tremblay que evita las referencias o guiños rápidos. No es un ¡Mirad todo lo que se sobre cine de terror! si no que utiliza todos esos detalles y referencias para contruir la novela y su atmósfera.
Al igual que en El club..., Tremblay introduce detalles sobre su vida entretejidos en ese protagonista. No os lo puedo confirmar pero, vamos, eso se nota.
Es más, el autor aprovecha para llenar la novela de referencias a su compleja relación con Hollywood. Recuerdo que La cabaña del fin del mundo, novela de Tremblay, fue adaptada por M. Night Shyamalan bajo el título de Knock at the cabin (Llaman a la puerta), con diversos cambios que alteran la obra y una extraña maniobra en la que Tremblay no era reconocido de manera visible como autor de la obra; una historia extraña que se terminó corrigiendo pero no tuvo que ser un momento sencillo para el bueno de Paul.
Ahí da caña un Tremblay combativo, de manera elegante pero muy claro; especialmente en un capítulo centrado en una convención de terror que me parece delicioso.
Cine y terror son otras de las piezas de la novela. No voy a entrar en la eterna discusión sobre lo que es o no es terror, me cansa eso de poner etiquetas, pero Una película de terror tiene un par de escenas especialmente conseguidas y que ponen los pelos de punta. Para que funcionen y aunque parezca obvio, hay que entrar en la atmósfera de la novela.
Hay terror en la historia de El Chico Flaco, desde su personaje en la película, un extraño asesino con una máscara de monstruo reptiliano, escamoso, hasta las consecuencias reales por lo sucedido durante el rodaje.
Un ambiente denso, frío, extraño, impregna toda la lectura; confieso que llegué al desasosiego.
Y, con esa impresión, enlazo con el aspecto más fílmico de la novela. Hay mucho cine en casi toda la obra de Tremblay pero aquí destaca más que nunca.
Cine de terror independiente, mumblecore, de planos inquietantes en pasillos oscuros, de personajes sentados en la oscuridad y puertas entreabiertas. También de found footage, películas malditas y misterios de foros de Internet.
De Lake Mungo, Donnie Darko o It Follows pero también de Behind the mask: The rise of Leslie Vernon.
Una película de terror me ha reconciliado del todo con Paul Tremblay y confieso que me acercaba a la novela con bastante inquietud. La mezcla de cine y terror, de realidad y ficción, con esos elementos metanarrativos, la voz principal de un Chico Flaco lleno de cicatrices internas y escamas externas, las heridas infectadas de un pasado sin cerrar, el misterio detrás de esa películs de culto..., todo eso eran importantísimos puntos a favor.
Pero lo que más me ha conquistado ha sido la forma en la que Tremblay afina parte del mensaje presente en El club de los portaféretros y que justo era con lo que más había conectado. Esos problemas del protagonista sobre su aceptación, la mirada ajena, el refugio en la cultura y demás.
No es una novela que se aleje y rompa con su estilo, ni mucho menos: es 100% Tremblay. Logra que todos esos elementos, que muchas otras veces no estaban en sintonía con el relato, encajen y funcionen muy bien; casi al nivel de lo que pasaba en Una cabeza llena de fantasmas.
Y lo celebro, sin duda.
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