miércoles, 6 de noviembre de 2024

La maldición del Segador - Brian McAuley / Dimensiones Ocultas

Hay veces que el hype, ese ansia, las ideas preconcebidas o el entusiasmo afectan la manera en la que leemos, vemos o disfrutamos una obra.
Eso es complicado, porque en la época de la publicidad extrema, de lo mejor del año, me ha cambiado la vida y demás, todo parece lo más sorprendente o impactante del mundo.
Y no tiene que ser así. 
Muchas veces basta con encontrar una buena historia, mejores personajes y un amor sincero por lo que se cuenta.
La maldición del Segador es el debut de Brian McAuley, escritor norteamericano, que traslada su fascinación por el cine de terror a una novela magnífica, de principio a fin.
Tan sencilla y directa, en apariencia, como redonda y que toca ciertas teclas de esas que me gustan mucho, muchísimo.





Título: La maldición del Segador / "Curse of the Reaper"
Autor: Brian McAuley
Editorial: Dimensiones Ocultas, 2024
Traducción: Javier Martos
Páginas: 452
Rústica con solapas

Años después de interpretar al villano de la franquicia de terror de los ochenta, La noche del Segador, Howard Browning se ha visto relegado a firmar autógrafos para sus cada vez más escasos fans en convenciones. Cuando el estudio anuncia el reboot de la serie, el actor queda destrozado al enterarse de que va a ser sustituido en el icónico papel por Trevor Mane, una antigua estrella infantil que acaba de salir de rehabilitación. Trevor está decidido a mantenerse sobrio y limpiar su imagen, aunque Howard se niega a desprenderse del personaje que creó, lo que prepara el terreno para un enfrentamiento intergeneracional por el alma del monstruo. Pero, mientras Howard lucha por recuperar su legado, el siniestro alter ego consume su desquiciada mente, empujándole a cometer violentos crímenes...


Franquicias de películas de terror; creo que tenemos claro lo que son. Todo empezaba, generalmente, con una película modesta, buenas ideas, un asesino impactante y una final girl
La fama comenzaba a crecer, reinando en los alquileres de videoclub y se daba luz verde a una o varias secuelas. Se rescataba a parte del reparto y las locuras se multiplicaban.
Así hasta terminar con 8, 9 o 10 partes que incluían chifladuras varias, viajes a grandes urbes, al espacio, al infierno, poderes sobrenaturales y nuevas generaciones.
Hasta que la goma se rompía de tanto estirar y se terminaba la cosa.
Estoy hablando de Jason y Viernes 13 o de Freddy Krueger y Pesadilla en Elm Street, para que os ubiquéis.
Ahora pensad en el actor bajo la máscara, un profesional que dedica gran parte de su carrera a estar bajo capas de latex, prácticamente irreconocible, afinando su expresión corporal o su voz para dar vida a una criatura de pesadilla.
Y, cuando todo acaba, ¿qué sucede con ellos?
Pues que tienen difícil llegar a otras producciones y terminan cargando con el "estigma" de que te conozcan más por el personaje que por tu trabajo, deambulando por las convenciones de cine de terror, firmando autógrafos y sacándose fotos por unos pocos dólares.

La maldición del Segador arranca en ese punto. Howard Browning interpretó al Segador, un asesino con la cara deformada, frases "chistosas" y que porta una cadena con una hoz, en una serie de películas de terror. Estamos a principios de los 2000 y Howard deambula, cercano a su jubilación, por las convenciones de terror, posando y firmando como el Segador. 
Y eso que Howard es un tipo inteligente, educado, con intención de hacer más cosas, teatro o cine, pero sigue atrapado por la cadena del Segador, al igual que por un incipiente Alzheimer.
Con lo que no contaba Howard es con que el productor original de la franquicia planea un reinicio de la misma, un "reboot", pero con un nuevo actor como el Segador, Trevor Mane. 
Trevor es conocido por ser actor infantil en una telecomedia de éxito pero ahora, ya adulto, no encuentra su lugar en la industria y ha caído en el destructivo mundo de las drogas, entrando y saliendo de rehabilitación.
Quizás Howard no esté por la labor de ceder la oxidada cadena del Segador tan fácilmente, sobre todo cuando empieza a sentir y escuchar cierta presencia...

Brian McAuley encuentra el equilibrio entre ambos personajes, Howard y Trevor, para ir construyendo la historia, con capítulos cortos, ágiles. Si que la historia arranca con Howard, para luego dar paso a Trevor y terminar alcanzando un reparto equitativo entre ambos. 
Eso es importante, porque al igual que se reparte el protagonismo, McAuley aprovecha para cargar de diferente contenido a cada uno
Si Howard representa la búsqueda de dignidad, el ocaso o la pelea contra una enfermedad tan cruel como el Alzheimer, Trevor transforma ese mensaje en algo más moderno pero igual de interesante, modificando ese factor de salud mental con la adicción a las drogas.

El libro tiene un ritmo tranquilo pero sin descanso, como el caminar de un buen asesino en un slasher. 
No puedo dejar de pensar en lo mucho que me recuerda Brian McAuley a Grady Hendrix: autores con un vasto conocimiento de la cultura popular, un sentido cinematográfico en su narración y un trato exquisito a sus personajes
Si que McAuley no tiene ese sentido del humor, ni esa pasión por las situaciones imposibles de Grady porque, a pesar de lo que puede parecer, La maldición del Segador es un libro bastante serio, que se toma las cosas y las ideas con el rigor necesario para que todo funcione sin caer en el cachondeo.
Hay una tensión creciente, que termina por estallar en su parte final, con una serie de giros muy calculados.
No penséis que es una novela lenta o triste: se toma el tiempo necesario para que los personajes te importen, las tramas funciones y se cocina a fuego lento.


La novela se divide en una serie de partes, que podrían encajar con una terapia de aceptación del duelo o de etapas para superar una adicción y, al comienzo de cada una, McAuley incluye un fragmento de guión de cada una de las (falsas) películas del Segador. Un guiño magnífico que, además de presentar la faceta más fílmica de su autor y sacar más de una sonrisa, sirve para presentar otro de los puntos fundamentales del libro: su amor por el terror.
Lo sencillo, o lo usual, sería presentar estas situaciones desde un prisma de cachondeo; la vieja gloria del terror que nadie conoce y el joven arrogante que quiere ocupar su lugar, las franquicias cutres, las tristes convenciones de fans y demás, pero McAuley dignifica todo esto bajo el paraguas de su amor al género. Empatizas con Howard, con su lucha contra un sistema que no respeta a nada ni a nadie, los poderes económicos bajo la forma de productores sin escrúpulos, el poder de los fans para alimentar a sus personajes de ficción favoritos, etc.
Una joya para todas las personas que disfrutamos del terror como género, sin caer en clichés fácilones, manejando los tropos característicos de los slashers con la soltura que da el conocimiento, atreviéndose a darles alguna que otra vuelta.
Hablaba de protagonistas y hay dos personajes femeninos con importancia: Josie, la veterana experta en maquillaje y efectos y Sophie, la novia de Trevor.
La primera ha maquillado al Segador durante toda su trayectoria y establece una relación de amistad con Howard. Cada vez que aparecía no dejaba de pensar en un Tom Savini femenino, queer y veterana del ejército.
Sophie, por su parte, sufre los efectos de la adicción de Trevor, su falta de confianza y es una de las candidatas perfectas a final girl del libro, junto con la joven actriz encargada de plantar cara al Segador en el "reboot" 3D que está en desarrollo.

En un libro tan meta hay muchas, muchísimas referencias a películas, directas o indirectas. Desde la saga de Viernes 13 o Scream, como decía, pasando por documentales, adaptaciones pero quizás, quizás, el tono me recordó muchísimo a ese juego tan chulo que Wes Craven logró en su La nueva Pesadilla de 1994. O, incluso, a joyas como ¿Qué fue de Baby Jane? o extravagancias juguetonas como Behind the mask: The rise of Leslie Vernon.
En lo literario, McAuley se mete de lleno en la estela de Stephen Graham Jones, Grady Hendrix o Adam Cesare en su afan por romper las fronteras entre lo literario, el cine y el slasher, mezclando todos los elementos necesarios.
Más cercano a Grady Hendrix, como decía, pero anclado al mundo real como Graham Jones y sin ser tan juvenilmente accesible (en principio) como es el Frendo de Cesare.


Hablaba del hype y yo tenía mucho con esta novela. Me apasionan el cine y novelas de terror (¡oh, menuda novedad!) y este estilo meta, mezclado con el slasher, me funciona muy bien. 
Pero, sinceramente, no esperaba que fuese tan buena, con tantas ideas y temas.
No resulta fácil encontrar una historia que dignifica el terror, luego te detalla entresijos del mundillo, unos cuantos asesinatos, brillantes guiones falsos, referencias, personajes que funcionan y cuestiones de salud mental y adicciones.
No, no lo es.

¿Puede que vaya dirigida a un público en concreto?
Puede, pero los temas que trata funcionarían en cualquier otro contexto.
También se que Dimensiones Ocultas suele publicar historias que no leeríais en otro sitio, tendentes al exceso, al desenfreno y a los límites. 
La maldición del Segador es otro rollo, cercano a las publicaciones de, por ejemplo, Sherlock Holmes y los sirvientes del infierno de Paul Kane o A la caza del hombre de saco de Richard Chizmar pero superior a estas, para mi.
Diría, incluso, que es mi novela favorita de la editorial.

Brian McAuley debuta con una novela bien ejecutada y planificada, que evita caer en lo simple y rápido, tomándose el tiempo necesario para contar la historia que quiere presentar.
Y centrándose en los personajes, en Howard y Trevor, sin olvidarme del Segador que, como buena historia de terror, personifica un buen montón de temores, desde el olvido y el envejecimiento a las adicciones. 
No puedo esperar a leer sus dos nuevos slashers navideños, Candy Cain Kills y Candy Cain Kills Again.

Seria candidata a entrar en mis mejores lecturas del año, La maldición del Segador es un libro imposible de soltar, de ritmo constante hasta un frenesí final, un canto de amor al terror y un relato sobre la salud mental, las adicciones (a lo que sea) y a superar etapas, a romper cadenas oxidadas.

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