Y no estoy hablando de un par de granos caprichosos, de esos que aparecen (grimosos, palpitantes) en los extremos de la frente justo el día que tienes algo importante que hacer.
Me refiero a los duros, coriaceos, con jirones de piel roja cubriendo las puntas.
De los demoníacos.
También te das cuenta que la gente te comenta sus deseos más ocultos, sus verdades enterradas.
Un ejemplo perfecto de novela que se propulsa más allá de un inicio chocante, curioso, gracioso incluso, para construir una historia de terror.
De la sonrisa al abismo, como la vida misma.