lunes, 10 de marzo de 2025

La Ensenada del Diablo - Todd Keisling / Dilatando Mentes

En el terror, como en casi todos los aspectos de la vida, las preferencias personales juegan un papel importantísimo.
Vamos, que me puedes poner la mejor muestra de terror psicológico complicadísimo, llenos de juegos brillantes y metáforas a distintos niveles, que probablemente me quede con una historia resultona sobre bichos asesinos, por ejemplo.
Aunque la disfrute e intente valorar con justicia, obvio, todo palidece ante insectos gigantes, masas informes devoradoras de personas... o pequeños pueblos.
Oh, las historias de terror sobre pequeños pueblos y, utilizando el viejo dicho, sus grandes infiernos; esas son de mis favoritas, plagadas de personajes, secretos, vergüenzas y la mayoría de las veces, elementos arcanos que enterrados bajo las casitas adosadas con jardín y vallas blancas. 

La Ensenada del Diablo, escrita por Todd Keisling y publicada en castellano por Dilatando Mentes, era una de mis novelas más esperadas, tanto por el argumento (nominación a los Premios Stoker aparte) como por el excelente sabor de boca que me dejó su novela corta La cinta Duncan (Scanlines, en inglés), publicada hace unos meses por La Biblioteca de Carfax.
Y no me ha defraudado, en absoluto.
Poneos vuestra mejor sonrisa para saludar a los vecinos que nos vamos de paseo por las tranquilas calles de Stauford, Kentucky.



Título: La ensenada del diablo / Devil's Creek
Autor: Todd Keisling
Editorial: Dilatando Mentes, 2025
Traducción: José Ángel de Dios
Páginas: 544
Rústica con solapas.
Gracias a la editorial por el envío del ejemplar para su reseña.

A unos veinticinco kilómetros al oeste de Stauford, Kentucky, se encuentra La Ensenada del Diablo. Según la leyenda local, allí solía alzarse la Iglesia del Señor de las Voces Sagradas, un culto a la muerte en el que Jacob Masters predicaba el evangelio de un dios sin nombre.

Y como la mayoría de las leyendas, hay cierto grado de verdad enterrada entre las raíces y los huesos que la componen.

En 1983, tras unos cruentos incidentes , la iglesia ardió hasta los cimientos. Entre los supervivientes estaban los seis hijos de Jacob. Apodados los «Seis de Stauford», estos niños crecieron entre el escrutinio y las burlas, pero su infamia se ha desvanecido con el paso del tiempo.
Ahora, su terrible experiencia está prácticamente olvidada y Jacob Masters no es más que una historia de miedo que se cuenta alrededor de las hogueras. 

Para Jack Tremly, uno de los «Seis de Stauford», los recuerdos de aquella fatídica noche han alimentado una exitosa carrera artística y toda una vida de pesadillas. Cuando su abuela Imogene muere, Jack regresa a Stauford para dar buena cuenta de su herencia. Lo que encuentra esperándole son secretos que Imogene guardó en su juventud, secretos sobre su padre y la iglesia. Secretos que ya no pueden permanecer enterrados. 
Las raíces del dios de Jacob son profundas, y en el corazón de La Ensenada del Diablo, algo empieza a agitarse...



Muerte por vida. Así está escrito.
Como soy abajo, así seré arriba.
Mi voluntad y las Viejas Costumbres son una sola cosa

¿Cómo arrancas una novela de más de 500 páginas para secuestrar la atención durante las decenas de horas venideras?
No lo se, la verdad, imagino que habrá sus trucos, técnicas, estilos y demás, pero lo que si se es que Todd Keisling tira de oficio y de sentido común para arrancar La Ensenada del Diablo con una escena muy atractiva.
De esas que marcan el devenir de una novela y, comenzando así, todo entra mejor, la verdad.
Pero, para hablar de ese inicio y ponerlo en valor, hay que hacer un paseo rápido por su argumento, sin destripes.
Kentucky, sureste de los Estados Unidos de América, estado rural, montañoso, lleno de cuevas, minas y antiguo terreno de nativos norteamericanos. Ahora imaginad un pequeño pueblo, Stauford, una ciudad ficticia que refleja la real Corbin, de poco más de 7000 habitantes, y que tiene una ensenada, entre cauces de río, algo alejada del centro del pueblo, en la que se establece un culto religioso: la Iglesia del Señor de las Voces Sagradas.
Y ahora nos vamos a 1983.

1983.
Guerra fría, El retorno del jedi en cines, Stephen King publica Christine, Cementerio de animales y El ciclo del hombre lobo y en Stauford se desata un pequeño infierno. La Iglesia situada en La Ensenada del Diablo arde por completo y el culto de la muerte del reverendo Jacob Masters, desaparece. Fallecen vecinos, acólitos del extraño credo y hay seis niños y niñas supervivientes: "los seis de Stauford". Estos seis son tutelados por el estado hasta que su custodia recaiga en sus abuelos y abuelas, auténticos artífices de que el culto se destruyese.
¿El motivo?
Bueno, no voy a ahondar ni hago un destripe severo si os digo que las seis personitas son hijas e hijos de la misma persona: el padre Jacob Masters.
Pero la novela no transcurre en 1983 y Keisling, ahora ya con nuestra atención, introduce un salto temporal, un cambio que nos lleva al presente (año arriba, año abajo) y a la figura de Jack Tremly, que será nuestra constante durante el resto de la lectura.
Jack Tremly, artista oscuro de éxito, tiene que volver a Stauford para terminar de arreglar el papeleo derivado del fallecimiento y últimas voluntades de su abuela, Imogen: una casa familiar, un puñado de recuerdos, una ingente cantidad de dinero y algunos extraños diarios.
Jack, uno de "los seis", no guarda un buen recuerdo de su infancia en Stauford, culto aparte, ni del rechazo del resto del pueblo cuando intentaron volver a la normalidad. Rechazados, repudiados y con un odio que persiste a día de hoy, como atestiguan las pintadas que encuentra en casa de su abuela. 
Secretos, traumas infantiles y el reencuentro con el pasado pero hay algo más, una presencia que comienza a coger fuerza en los terrenos cercanos a La Ensenada del Diablo y que amenaza con terminar lo que comenzó en los ochenta...

Cubierta de la edición original


500 páginas de novela, un buen montón de personajes y ¿cómo gestiona esto Todd Keisling?
Keisling divide la novela en 5 partes: una situada en 1983, la primera, y el resto, en la actualidad. Cada parte, a su vez, está segmentada en capítulos que se subdividen en partes más cortas. Esta fragmentación consigue que sea bastante difícil dejar de leer; siempre hay un estímulo nuevo, un cambio de personaje o más información. Cada parte, además, termina con algunos extractos de los diarios de Imogen que añaden más leña al fuego. 
Si, ya lo se, es una novela larga, quizás demasiado, pero Keisling sabe gestionar la información, narrar con la cantidad justa de descripción y dar forma a personajes que, sin ser nada fuera de lo común, cumplen a la perfección. Hay muchos, entre ellos los famosos "seis de Stauford", varios lugareños de la peor calaña y también está Imogen, quizás mi favorita del relato.
Y es que Stauford está lleno de vida, aunque quizás no de la mejor calidad, ya me entendéis. Hay muchos personajes, complejas relaciones familiares, cartas de restaurantes, cruces, calles y leyendas. Todo eso va cogiendo forma durante la novela, desarrollándose en mayor o menor medida. 
Una gran extensión que, a veces, me resultó excesiva en algunos aspectos. No me lastró la novela, supe reconocer perfectamente el juego que Keisling propone, pero en determinadas etapas se alarga demasiado para mi gusto. Tampoco me aburrió en ningún momento porque estaba dentro de la historia desde el primer momento.
¿Recordáis lo que os comentaba de su primera parte? Pues eso, después del capítulo ubicado en 1983 y en el que Imogen atrapa todo el protagonismo, ya me resultó imposible soltar el libro. Por eso es tan importante y resulta un arranque perfecto. Un frenesí que comienza con las intervención de un grupo de vecinas y vecinos antes de que un terrible sacrificio tenga lugar en La Ensenada del Diablo y que termina con un fuego devorador.
El resto no aburre, ni mucho menos, y os vais a encontrar de todo: mucho misterio, terror, cosas impensables, un buen puñado de giros y un final repleto de acción.
¿A dónde nos lleva este cóctel? Pues a afirmar que La Ensenada del Diablo es una novela que casa perfectamente con lo que podíamos leer a finales de los 80 y durante los 90. Una gran obra de terror rebosante de todas las ideas de la época, pero pasadas por el tamiz de la actualidad.

Hay diferencias claro.
La primera y más evidente: Todd Keisling, al igual que hizo el La cinta Duncan, inicia la novela con una nota en la que detalla todos los temas peliagudos que toca la novela. Hay de todo, la verdad, de incesto a sus cosillas de gore, un poco de racismo, pedofilia, temas religiosos y demás. Ahora bien, ¿se regodea en ello o se basa exclusivamente en ese uso de temas? No, ni mucho menos. No es splatter, no es gore; es una historia de horror que incluye esos temas, al igual que La cinta Duncan hablaba sobre el suicidio.
No contiene una serie de páginas con las descripciones detalladas de todas las prácticas horribles ni nada de eso pero Keisling avisa y creo que hace bien, la verdad. 
Hay más temas de fondo, obvio, como la familia y el amor (incluso en edades y situaciones no muy comunes).
También hay un enfoque diferente y eso se escenifica con la presencia del personaje de Riley.
Riley es un chaval de Stauford, muy alternativo, que choca con su padre, pastor de la congregación religiosa del pueblo y, atención, uno de "los seis". Aporta una mirada, una temática y unos conflictos actuales a una novela que podría quedar devorada por la óptica del adulto nostálgico.
El resto bien podría pasar por una de las grandes novelas de horror de los 90; tiene ese toque, esa esencia, pero no se percibe una copia de los libros de esa época. Todo esta ahí: la ambición, los giros, ese ir un poquito más allá en todos los sentidos, sin caer en el corta pega barato, sin alma. 
Hay sustancia, hay contenido y se centra en dar todo lo que tiene a su disposición a las personas al otro lado de la página. 

Todd Keisling. Parece un tipo tranquilo

Stauford es, como os podéis imaginar, un personaje más de la novela. La pequeña ciudad se reconstruyó después de la historia del culto, los abusos, "los seis" y demás pero, como en todas las buenas novelas de terror con ciudad pequeña, las postillas que recubren esas heridas no estaban limpias y la infección corre libre por debajo.
El pueblo repudia a esos jóvenes que se libraron de la quema y se vuelven a refugiar en las viejas creencias y en la religión bien organizada. ¿El resto? Brujas y hechiceros, algo harían, "los raros", etc.
Un pueblo que vandaliza las casas de los supervivientes de una tragedia, que tiene como sheriff a un matón de instituto, en el que algunos vecinos van a cocinar drogas a terrenos forestales de infausto recuerdo y que guarda muchos, muchísimos secretos. Un pueblo tan desastroso, en el fondo, que ha encontrado un próspero bienestar. 
Para muestra, un detalle: están en contra de una cadena de radio, creada por una de "las seis" que emite rock porque afectaría a la sanísima juventud del pueblo. 
También está el tema de la religión. Al contrario que algunas de las novelas de los 80 y 90, Keisling no sucumbe al pánico satánico ni se centra en el fe cristiana como la salvación a los males que acechan durante la lectura. Hila, de manera directa, los conflictos sociales con las creencias religiosas, las raíces en cultos antiguos que toman formas como diagramas o ídolos de retorcida sonrisa, los abusos existentes en el seno de cualquier culto, secta o religión estructurada. La fe en ídolos y dogmas no te salva en La Ensenada del Diablo.
Como es arriba, así es abajo
Esa es una de las frases centrales de la novela, junto con la veneración del culto de Jacob a las Viejas Costumbres y a la religión de antaño. Unas proclamas que centran el discurso en el choque entre las antiguas formas de hacer y ver las cosas con los nuevos enfoques, las nuevas realidades.
Ahí ya os dejo que saquéis vuestras conclusiones.
Y, como en las buenas novelas de horror de los 90, unas malignas presencias humanas no son suficientes para elevar la mezcla a la máxima potencia. No voy a destripar ninguna sorpresa pero hay elementos ajenos a nuestros planos de realidad, con forma de unas terribles luces azuladas en la oscuridad, hay un final que va con el acelerador pisado a fondo en ese sentido y, personalmente, eso me encanta.


La Ensenada del Diablo es una novela enorme y es una obra que arriesga. No siempre le sale bien y, justo por eso, estoy seguro que es una novela que no me voy a cansar de recomendar. 
Una novela de 500 y pico páginas que, para los cánones del terror moderno que manejamos, se considera excesiva, como de otro tiempo. Es una rara avis de larga duración que, quizás, solo se les permita a los grandes tótems del género.
A Keisling eso le da igual y va con todo.
Bravo por él. 
La he disfrutado muchísimo, hay otras partes (alguna vuelta de más, personajes demasiado tópicos, un final muy alargado) que menos pero he devorado esta lectura.
Tiene todo lo que me gusta y en altas cantidades: un horror que vira hacia el exceso, pueblos pequeños, leyendas, diarios encontrados, religiones malignas, toma mil y un caminos distintos que desembocan en un estallido final.
Es ágil, a ratos, otras roza la ligereza de un terror más comercial, más juguetón, muy divertido, tiene varias cosas que no te esperas, alguna escena impactante y temas complicados muy bien salvados. 

La edición de Dilatando Mentes cumple y, en esta ocasión, no he detectado las repeticiones en frases de la traducción que deslucían algunas obras anteriores del catálogo. No soy muy de fijarme en esos detalles, salvo que sean muy evidentes, y en esta ocasión creo que, quitando algunas cosillas menores, está más que correcto. Incluye un prólogo de Ronald Malfi (autor inédito en nuestro país, por cierto) y unos añadidos al final en los que Todd Keisling comenta algunas referencias musicales, cinematográficas y literarias de la obra.
Me han gustado un poco menos los fondos de página levemente ilustrados pero eso ya es una cuestión personal que no me ha impedido disfrutar de la historia.



Literatura de los 90, decía, pero la mejor manera de llamar la atención sobre La Ensenada del Diablo es que me parece una mezcla muy equilibrada de Salem's Lot y ese combo de Desesperación / Posesión de Stephen King y su alter ego, Robert Bachman, la Misa de Medianoche de Mike Flanagan, cosillas Lovecraftianas casi como hacía Langan en su El Pescador (citado por Keisling en las notas finales) y ese ambiente festivo, de ir a tope, al igual que Dean Koontz se desataba en sus novelas y ofrecía un montón de demonios, monstruos y cualquier idea loquísima. Muy cinematográfica, casi la ves dirigida por John Carpenter o en versión miniserie por Mick Garris. Es muy King, en todos los sentidos, obvio, sin que eso sea negativo en ningún aspecto. Podría ser una nueva La Cúpula pero sabe echar el freno y alcanzar una medida justa en el exceso (de páginas, sobre todo).
Llevo leídas dos novelas de Todd Keisling y no dudo meterlo en una lista con otros autores y autoras que creo que pueden llegar a convertirse en nombres clave del terror actual.
Una gran novela de horror, de esas que quizás no te convenza al 100% pero sabe tocar un montón de teclas de lo que nos gusta del género.
Una de esas novelas que casi parece que ya no se hacen.
Dame de ese horror de antaño...

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