Soy bastante fan de Grady Hendrix, no lo puedo negar.
Me gustan sus enfoques, sus ideas, su humor, sus personajes..., todo.
Eso no quita que vea altibajos en toda su obra aunque, por esa obsesión que tengo con la imperfección, me resulte aún más atractivo.
Tengo claro que no debe ser fácil ser Grady Hendrix, hablando desde la perspectiva de autor. Quizás el público espere historias más locas, cargadas de giros en iconos clásicos del terror, momentos hilarantes y un tren de la bruja que termine en un caos loquísimo.
Eso pasa, en diferentes grados y escalas, en parte de la obra de Grady, desde Club de lectura para matar vampiros a Grupo de apoyo para final girls, pasando por Cómo vender una casa encantada; todo bien salpicado de contexto social y las relaciones personales y familiares.
Brujería para chicas descarriadas, su última novela hasta la fecha, presenta a un Grady Hendrix que enfoca sus esfuerzos a otras partes de la historia; hay menos humor, menos terror lúdico, sin que eso signifique que la novela pierda calidad o que el autor pierda su reconocible sello propio.
Me gustan sus enfoques, sus ideas, su humor, sus personajes..., todo.
Eso no quita que vea altibajos en toda su obra aunque, por esa obsesión que tengo con la imperfección, me resulte aún más atractivo.
Tengo claro que no debe ser fácil ser Grady Hendrix, hablando desde la perspectiva de autor. Quizás el público espere historias más locas, cargadas de giros en iconos clásicos del terror, momentos hilarantes y un tren de la bruja que termine en un caos loquísimo.
Eso pasa, en diferentes grados y escalas, en parte de la obra de Grady, desde Club de lectura para matar vampiros a Grupo de apoyo para final girls, pasando por Cómo vender una casa encantada; todo bien salpicado de contexto social y las relaciones personales y familiares.
Brujería para chicas descarriadas, su última novela hasta la fecha, presenta a un Grady Hendrix que enfoca sus esfuerzos a otras partes de la historia; hay menos humor, menos terror lúdico, sin que eso signifique que la novela pierda calidad o que el autor pierda su reconocible sello propio.
De hecho, podría decir que estamos ante su mejor novela, altibajos incluidos.
Título: Brujería para chicas descarriadas
Florida, 1971. Fern es una adolescente que, al quedar embarazada, es enviada una institución donde las familias esconden a sus hijas para que den a luz en secreto y entreguen a sus bebés. Las chicas llevan una vida controlada y monótona. Pero, todo cambia cuando Fern descubre un libro sobre brujería oculto en una biblioteca ambulante. Intrigadas, las jóvenes comienzan a practicar hechizos, descubriendo un poder que nunca habían experimentado.
Lo que comienza como un juego para resistirse a un sistema que las quiere invisibles pronto se transforma en una revolución mágica. Pero la brujería, como la maternidad forzada, tiene un precio.
Gran parte de las novelas de Grady Hendrix transcurren en un marco temporal muy claro. Si Club de lectura para matar vampiros nos llevaba a finales de los 80 y la década de los 90 o El exorcismo de mi mejor amiga sucedía un poquito antes, Brujería para chicas descarriadas se enmarca en los primeros años de 1970.
Y, al igual que el resto de su obra, en un lugar muy particular, Florida.
Tiempo y espacio trabajando de la mano porque el conjuro, el ritual, de esta Brujería no tendría sentido de no ser así.
Y, al igual que el resto de su obra, en un lugar muy particular, Florida.
Tiempo y espacio trabajando de la mano porque el conjuro, el ritual, de esta Brujería no tendría sentido de no ser así.
Adolescentes embarazadas en sociedades puritanas cargadas de prejuicios que focalizan la situación en el decoro social en vez de en la auténtica raíz de la situación.
¿La solución?
Decimos que la niña se ha ido a casa de una tía o a estudiar a otro estado, la internamos en una casa de acogida hasta que de a luz, la criatura se da en adopción para cubrir los gastos pertinentes y la jovencita vuelve a casa con la lección aprendida y el problema solucionado.
Parece ficción, una distopía extraña, pero fue terroríficamente real, común y aceptado hasta hace apenas unos años.
Y no penséis que solo funcionaba en Estados Unidos; aquí, en España, también y más tétrico, con las garras de los tiempos de la dictadura actuando.
Ese es el contexto que utiliza Hendrix en esta historia, añadiendo elementos fantásticos, pero con el respeto y rigor que requiere un suceso así.
¿La solución?
Decimos que la niña se ha ido a casa de una tía o a estudiar a otro estado, la internamos en una casa de acogida hasta que de a luz, la criatura se da en adopción para cubrir los gastos pertinentes y la jovencita vuelve a casa con la lección aprendida y el problema solucionado.
Parece ficción, una distopía extraña, pero fue terroríficamente real, común y aceptado hasta hace apenas unos años.
Y no penséis que solo funcionaba en Estados Unidos; aquí, en España, también y más tétrico, con las garras de los tiempos de la dictadura actuando.
Ese es el contexto que utiliza Hendrix en esta historia, añadiendo elementos fantásticos, pero con el respeto y rigor que requiere un suceso así.
Un breve prólogo nos pone en situación; una página, narrada en primera persona y desde un punto futuro, advierte que la historia que vamos a leer intenta aportar luz y justicia a un grupo de adolescentes que sufrieron esa situación en una casa de acogida.
De ahí pasamos a una narración en tercera persona, en mayo de 1970, con el viaje de Neva y su padre a Florida. Neva tiene 15 años y está embarazada, llevaba una temporada en casa de su tía Peggy, escondida de miradas ajenas, pero ya no puede seguir ahí, así que su padre la lleva a Florida desde Alabama, a la Casa Wellwood, una institución de acogida para chicas así: locas, egoístas, ligeras de cascos que se dejan embarazar, etc. Están ahí hasta el parto, el bebé tendrá una nueva familia que lo adoptará y las pobres jovenzuelas podrán dejar este escabroso episodio a su espalda para convertirse en mujeres de bien.
Neva, atrapada en un lugar que no existe, en un limbo social, ya no es Neva; todas las chicas en su misma situación tienen un nombre falso para que, cuando salgan, nadie pueda conocer su terrible secreto.
Así, Neva se transforma en Fern, nuestra protagonista.
Fern va a establecer una relación con el resto de chicas internas, como Rose, Zinnia o Holly y el personal del centro, desde la señorita Wellwood, la directora, al doctor Vincent, la enfermera Kent o Hagar, la cocinera.
El día a día en esa casa de acogida y las dinámicas con el resto de personajes, junto con esa silenciosa cuenta atrás que es la fecha estimada de parto, forman la parte formal y real del relato. No esperéis un tristísimo relato lleno de sufrimiento, vejaciones y oscuridad; eso no va con Hendrix. Hay partes más dramáticas, entre confesiones, traiciones y verdades a medias pero no cae en ningún ejercicio de sentimentalismo barato.
La parte fantástica llega con la visita de una biblioteca ambulante, un servicio que deja libros a las chicas, bajo la aprobación del personal del centro, no sea que lean algo inapropiado. La señorita Parcae es la encargada del servicio, la bibliotecaria, y presta un misterioso libro a Fern.
Un ejemplar que, quizás, aporte alguna solución a su presente y su futuro.
La parte fantástica llega con la visita de una biblioteca ambulante, un servicio que deja libros a las chicas, bajo la aprobación del personal del centro, no sea que lean algo inapropiado. La señorita Parcae es la encargada del servicio, la bibliotecaria, y presta un misterioso libro a Fern.
Un ejemplar que, quizás, aporte alguna solución a su presente y su futuro.
La gracia de Brujería para chicas descarriadas es ir descubriendo, poco a poco, lo que esconde: las distintas personalidades de las chicas, sus relaciones, decepciones y todo lo que rodea a la biblioteca ambulante.
Hendrix utiliza mucho tiempo de lectura, de novela, en construir una atmósfera íntima que logra que deambulemos con ellas por la Casa Wellwood. El estilo narrativo de Grady se mantiene intacto, con esa sólida construcción de personajes, diálogos muy acertados y descripciones que desprenden un cuidado por el detalle y una sensibilidad especial. Desaparece, casi por completo, ese humor llevado al exceso que aparecía en otras obras (el funeral de los titiriteros en Cómo vender una casa... o los exorcistas culturistas de El exorcismo...); hay un humor más fino, casi dependiente de la adolescencia e ingenuidad de las protagonistas, en sus actos y conversaciones, pero nada más.
Tampoco lo echo en falta, la verdad.
En esta ocasión no me parece necesario para darle una vuelta al horror del resto de las escenas ni para crear una novela más amable en ciertos sentidos.
Y esto conecta, directamente, con el aspecto más fantástico de esta Brujería.
No me gusta hablar de etiquetas o géneros como bloques inamovibles que definan una obra y menos en el caso de Grady Hendrix. En Brujería para chicas descarriadas hay un elemento fantástico y que tiene que ver con, lo habéis adivinado, la brujería. Grady sigue con ese empeño de contarnos parte de la historia en sus títulos, lo que ya es una marca de la casa. No es un aspecto tan rupturista como en libros anteriores, va surgiendo poco a poco, e incluso parece muy secundario en algunos pasajes. No llego al extremo de poder decir que si lo sacamos de la novela, funcionaría igual.
Ni mucho menos.
Es verdad que una idea tan golosa como las brujas y la brujería, unida a nuestras chicas descarriadas, apetece tenerla siempre en las páginas pero Grady la dosifica, a ratos en extremo, para ciertos puntos de giro.
Las brujas que aparecen en esta novela se acercan a las adolescentes bajo ese paraguas de mujeres alejadas de los convencionalismos marcados por la sociedad (da igual cuándo leas esto), mezcla que Grady enriquece con ese marco temporal setentero, entre un puritanismo rancio y los coletazos hippies, entre los Beach Boys y la familia de Manson.
Quizás no sean las brujas que esperáis pero las protagonistas de la historia, como ya sabemos, son las chicas descarriadas.
Hendrix utiliza mucho tiempo de lectura, de novela, en construir una atmósfera íntima que logra que deambulemos con ellas por la Casa Wellwood. El estilo narrativo de Grady se mantiene intacto, con esa sólida construcción de personajes, diálogos muy acertados y descripciones que desprenden un cuidado por el detalle y una sensibilidad especial. Desaparece, casi por completo, ese humor llevado al exceso que aparecía en otras obras (el funeral de los titiriteros en Cómo vender una casa... o los exorcistas culturistas de El exorcismo...); hay un humor más fino, casi dependiente de la adolescencia e ingenuidad de las protagonistas, en sus actos y conversaciones, pero nada más.
Tampoco lo echo en falta, la verdad.
En esta ocasión no me parece necesario para darle una vuelta al horror del resto de las escenas ni para crear una novela más amable en ciertos sentidos.
Y esto conecta, directamente, con el aspecto más fantástico de esta Brujería.
No me gusta hablar de etiquetas o géneros como bloques inamovibles que definan una obra y menos en el caso de Grady Hendrix. En Brujería para chicas descarriadas hay un elemento fantástico y que tiene que ver con, lo habéis adivinado, la brujería. Grady sigue con ese empeño de contarnos parte de la historia en sus títulos, lo que ya es una marca de la casa. No es un aspecto tan rupturista como en libros anteriores, va surgiendo poco a poco, e incluso parece muy secundario en algunos pasajes. No llego al extremo de poder decir que si lo sacamos de la novela, funcionaría igual.
Ni mucho menos.
Es verdad que una idea tan golosa como las brujas y la brujería, unida a nuestras chicas descarriadas, apetece tenerla siempre en las páginas pero Grady la dosifica, a ratos en extremo, para ciertos puntos de giro.
Las brujas que aparecen en esta novela se acercan a las adolescentes bajo ese paraguas de mujeres alejadas de los convencionalismos marcados por la sociedad (da igual cuándo leas esto), mezcla que Grady enriquece con ese marco temporal setentero, entre un puritanismo rancio y los coletazos hippies, entre los Beach Boys y la familia de Manson.
Quizás no sean las brujas que esperáis pero las protagonistas de la historia, como ya sabemos, son las chicas descarriadas.
La pregunta del millón: ¿es Brujería para chicas descarriadas una novela de terror?
No puedo esquivar la cuestión: es una pregunta que me hago a mi mismo, estaría feo no contestarme.
No es una novela de terror al uso, ni siquiera si las comparamos con el resto de historias de Grady Hendrix.
Es más fantástica, con esa brujería, pero el posible terror que desprenda esta historia está íntimamente relacionado con las adolescentes enfrentadas a múltiples problemas.
Chicas entre 14 y 18 años que ven como todo a su alrededor se desmorona, sacudidas por la traición de su familia, de sus supuestos novios, de sus antiguas amigas, bajo la mirada reprobatoria de la sociedad, encerradas en una casa de acogida que tampoco vela por su bienestar absoluto.
Y lo peor de todo: deben hacer frente a un proceso como el embarazo y el parto casi sin información, sin la delicadeza física y psicológica necesaria.
El terror de esta novela viene de ahí, de la violencia obstétrica, del maltrato psicológico, de no encontrar el lugar en la sociedad.
Hendrix consigue un logro importantísimo: relata, como hombre, procesos, sensaciones y sufrimientos, tanto visibles como invisibles, que solo pueden conocer las mujeres, pero es capaz de transmitirlo desde el respeto más absoluto.
Una parte que me recordó, por cierto, a ciertos pasajes de Piel de cordero de Ledicia Costas.
No todo brilla tanto en Brujería para chicas descarriadas. Hay ciertos problemas de ritmo, una duración algo excesiva, una parte antes del final que se vuelve repetitiva y esa necesidad, como lector y lectora, de más brujería, de una mayor presencia de lo extraño.
Quizás por eso, por estos pequeños detalles, me parezca aún más atractiva.
No puedo esquivar la cuestión: es una pregunta que me hago a mi mismo, estaría feo no contestarme.
No es una novela de terror al uso, ni siquiera si las comparamos con el resto de historias de Grady Hendrix.
Es más fantástica, con esa brujería, pero el posible terror que desprenda esta historia está íntimamente relacionado con las adolescentes enfrentadas a múltiples problemas.
Chicas entre 14 y 18 años que ven como todo a su alrededor se desmorona, sacudidas por la traición de su familia, de sus supuestos novios, de sus antiguas amigas, bajo la mirada reprobatoria de la sociedad, encerradas en una casa de acogida que tampoco vela por su bienestar absoluto.
Y lo peor de todo: deben hacer frente a un proceso como el embarazo y el parto casi sin información, sin la delicadeza física y psicológica necesaria.
El terror de esta novela viene de ahí, de la violencia obstétrica, del maltrato psicológico, de no encontrar el lugar en la sociedad.
Hendrix consigue un logro importantísimo: relata, como hombre, procesos, sensaciones y sufrimientos, tanto visibles como invisibles, que solo pueden conocer las mujeres, pero es capaz de transmitirlo desde el respeto más absoluto.
Una parte que me recordó, por cierto, a ciertos pasajes de Piel de cordero de Ledicia Costas.
No todo brilla tanto en Brujería para chicas descarriadas. Hay ciertos problemas de ritmo, una duración algo excesiva, una parte antes del final que se vuelve repetitiva y esa necesidad, como lector y lectora, de más brujería, de una mayor presencia de lo extraño.
Quizás por eso, por estos pequeños detalles, me parezca aún más atractiva.
Grady Hendrix vuelca toda su sensibilidad en un tema que requiere muchísima documentación y muchísimo respeto, creando unos personajes maravillosos, con su claridad y oscuridad, rematando con un epílogo y unos agradecimientos que ponen un punto final inmejorable.
Decía, al principio, que puede ser su mejor novela hasta el momento y cada vez estoy más convencido de ello.
El Grady autor se suma a sus chicas descarriadas para dejar claro que no hay necesidad de seguir caminos convencionales aunque sea obvio, lo que el público espera. Hay otros caminos, propios en este caso, que pueden llevar a mejores destinos, alejándose de lo cómodo y repetitivo. Un camino que permite poner sobre la mesa una historia tan importante y real como la de estas adolescentes, denunciar a una sociedad que mira para otro lado y responde de manera cruel, dejándote indefensa ante un trauma que te perseguirá de por vida, el papel de la iglesia, de las familias, de las escuelas y esa violencia silenciosa que, muchas veces, es aún más cruel.
O la importancia de la lectura como puerta de escape, como ventana para conocer otras historias y realidades, creando ideas que florecen en las cabezas, junto con una sororidad efectiva pero no dulcificada, tan compleja como los temas que trata.
Quizás sea la mejor de las brujerías.
Y consigue hacer eso sin perder su esencia, esa sensibilidad maravillosa que te hace pasar de una risa a una lágrima furtiva, para terminar con una sonrisa plena.
Una novela de esas que te calientan el corazón, aunque a veces no sea justa o lo que esperas: los caminos descarriados deben ser recorridos y creados por una misma, por uno mismo.
Como dice la señorita Parcae: es muy importante elegir el libro correcto.
Elegid el libro correcto.
Leed a Grady.
El Grady autor se suma a sus chicas descarriadas para dejar claro que no hay necesidad de seguir caminos convencionales aunque sea obvio, lo que el público espera. Hay otros caminos, propios en este caso, que pueden llevar a mejores destinos, alejándose de lo cómodo y repetitivo. Un camino que permite poner sobre la mesa una historia tan importante y real como la de estas adolescentes, denunciar a una sociedad que mira para otro lado y responde de manera cruel, dejándote indefensa ante un trauma que te perseguirá de por vida, el papel de la iglesia, de las familias, de las escuelas y esa violencia silenciosa que, muchas veces, es aún más cruel.
O la importancia de la lectura como puerta de escape, como ventana para conocer otras historias y realidades, creando ideas que florecen en las cabezas, junto con una sororidad efectiva pero no dulcificada, tan compleja como los temas que trata.
Quizás sea la mejor de las brujerías.
Y consigue hacer eso sin perder su esencia, esa sensibilidad maravillosa que te hace pasar de una risa a una lágrima furtiva, para terminar con una sonrisa plena.
Una novela de esas que te calientan el corazón, aunque a veces no sea justa o lo que esperas: los caminos descarriados deben ser recorridos y creados por una misma, por uno mismo.
Como dice la señorita Parcae: es muy importante elegir el libro correcto.
Elegid el libro correcto.
Leed a Grady.


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