miércoles, 11 de diciembre de 2024

Piel de cordero - Ledicia Costas / Las Aguas - Bonnie Jo Campbell

No es la primera vez que comento esto, creo, pero las reseñas no siempre me salen fluidas.
O lo que yo considero que es fluidez, claro.
Ideas que se unen, un discurso estructurado, opiniones personales justificadas..., cosas que se desmarquen de un "me ha gustado mucho, 3 estrellas".
También hay novelas que se me escurren, pasándome por encima y no soy capaz de articular nada más allá de un ¿adivináis? "me ha gustado mucho, cinco estrellas".
Y es injusto, desde mi punto de vista, que no queden registradas aqui por incapacidad mía.

Piel de cordero de Ledicia Costas y Las Aguas de Bonnie Jo Campbell son dos novelazas espectaculares que se colocan entre lo mejor que he leído durante este 2024. Dos historias llenas de mujeres que deben hacer frente a una cantidad enorme de situaciones complicadas, tanto personales como sociales e históricas, sin caer en tópicos ni en mensajes facilones.




Título: Piel de cordero
Autora: Ledicia Costas
Editorial: Destino, 2024
Páginas: 344

Catalina, que pertenece a una estirpe de brujas en los últimos años de la Inquisición, se cría en Merlo, en una consulta a donde acuden enfermos con todo tipo de dolencias. La joven hereda de su abuela Elvira el oficio y los saberes sobre plantas medicinales. Pero un acontecimiento desata su huida y provoca un cambio radical en su existencia que conlleva una misión: salvar a un niño. Lola, una mujer del siglo XXI que está atravesando una crisis, entra en contacto con unas fuerzas que no comprende. La ruptura con su pareja, sus dudas sobre la maternidad y el desbloqueo de recuerdos que había olvidado le provocan un colapso.

Las vidas de Catalina y Lola, separadas por más de dos siglos, se conectan por un apocalipsis personal. Ambas tienen la pulsión de rebelarse y romper con la fatalidad a través de esta historia que hará que se tambaleen los límites del escepticismo.

"Si la vida es esto, alguien tendría que habernos avisado de cuánto puede doler".
Esto que acabáis de leer aparece en un momento de la lectura y puede resumir parte del encanto y enfoque de Piel de cordero.
Una novela dividida en dos historias, dos tiempos y dos mujeres, Catalina y Lola, interconectadas por una infinidad de temas, de hilos, que terminan por unir ambas vidas.

Catalina representa la primera toma de contacto con el libro. 
Galicia, siglo XVIII, tiempos de la Inquisición, en un pequeño pueblo llamado Merlo y una estirpe familiar relacionada con las meigas, encargadas de transmitir esa cultura ancestral y natural en forma de remedios y consejos.
Pero también unas figuras oscuras, que quizás la sociedad de casi cualquier época no sabe cómo ubicar o tratar.
El miedo, ese miedo a lo extraño siempre acaba de la peor manera posible.
Catalina se ve obligada a salir de su entorno, de su abuela, de sus raíces, en dirección a un enorme pazo para cumplir un encargo que pondrá a prueba sus habilidades especiales y todo el conocimiento que ha ido adquiriendo.

Y luego, Lola
Con ella saltaremos a la actualidad, con todos los problemas y situaciones de hoy: el ritmo de vida, la maternidad, el equilibrio entre vida personal y laboral, etc. 
Si la parte de Catalina tiene el enganche de la época, del misterio que encierra ese pazo y el tratamiento de las brujas, las meigas, esta segunda mitad juega, además de los problemas de Lola, con descubrir el punto de conexión entre ambos mundos, entre ambas mujeres.
Lo hay, claro que lo hay, y supone un cierre magnífico, sofisticado, para la novela.
Confiad y tened paciencia.

Piel de cordero es muchas cosas pero parece el tipo de novela que no suele aparecer por este blog.
¿Qué os parece si os digo que, además de ese aire de terror rural que tiene su primera mitad, la novela de Ledicia Costas tiene 3 escenas que me pusieron los pelos de punta?
Casi nada.
Y eso que soy un señor algo canoso; si fuese una mujer sería incluso peor.
Detrás de esa ficción histórica, del relato más cercano a la actualidad, del drama, aparece una corriente de literatura de terror que surca todo el relato.
Lo obvio está en la temática de brujas, de meigas, con fantasmas, conexiones con el más allá y los poderes naturales en un pazo con escenas escalofriantes.
Detrás de esa primera plana hay otro mundo, otro camino que Ledicia Costas recorre de la mano de Catalina y Lola. 
Un mundo centrado en el significado de la muerte, de la violencia física, psicológica, sexual y obstétrica que invita a reflexionar sobre muchos, muchos temas.
La parte de Catalina destaca, obvio, pero hay dos puntos en la de Lola, hacia el final, que me hicieron pasar muy mal rato.
Peor que muchísimas novelas de terror que se enorgullecen de ser auténticos festivales de escalofríos.

Ledicia Costas arriesga, experimenta y triunfa mezclando géneros, tiempos y vivencias, con dos protagonistas maravillosas (algo mejor Catalina, por lo obvio), llevándonos desde la Galicia rural profunda a las grandes urbes actuales y poniendo a las mujeres, sus mujeres, en el centro de todo. Deja claro una de las grandes reivindicaciones de estos tiempos: no hace falta salirse de lo local, de lo conocido, para que las historias funcionen. 
¿Sucede en la Galicia rural o en el Vigo actual? Perfecto, no hace falta irse a Maine, Londres, un recóndito pueblecito irlandés o lo que sea.

Una de mis grandes lecturas del año y una novela que, pese a estar editada por un gran sello, merecería muchísimo más reconocimiento del que tiene.
Dadle una oportunidad.


Título: Las Aguas 
Autora: Bonnie Jo Campbell
Editorial: Dirty Works, 2024
Traducción: Tomás Cobos
Páginas: 480

Los habitantes de Whiteheart, Michigan, no se aventuran a cruzar el puente que conduce a la isla Massasauga, situada en medio de la gran zona pantanosa conocida como «Las Aguas». Hay carteles con calaveras y huesos cruzados que desaconsejan dar un paso más allá. Es un lugar primitivo, una isla que bulle de fragancias florales y musgosas, de vegetación inmóvil y vaho de marismas, rebosante de vida y podredumbre. Más de uno se ha interpuesto alguna vez en la trayectoria de una bala o ha desaparecido sin dejar rastro en los cenagales que bordean la isla. Los niños hablan de «la casa de la bruja» y del «fantasma del pantano», una presencia alta y gris que también dicen haber visto los granjeros que se emborrachan al final de la jornada en el merendero del Muck Rattler. Y los feligreses de la antigua Iglesia Pentecostal, rebautizada ahora como la Iglesia de las Nuevas Direcciones (en la que ya no manipulan serpientes), hablan de una «asesina de bebés»...

Allí dentro, en el corazón de la isla, separadas del pueblo y en claro desafío a los designios divinos, viven las misteriosas mujeres de la familia Zook, brujas o ángeles, inspirando temor y reverencia. Donkey, la más joven del clan, revolucionará la vida de la comunidad y sacará a la luz viejos secretos.

Bonnie Jo Campbell ha vuelto a mis manos después del tremendo impacto que fue Érase un río. Me gustó tanto, tantísimo, que no me atreví a leer nada más de su autora, ni siquiera Q Road, la continuación de esa novela.
A lo que voy.
Me lancé de cabeza a Las Aguas buscando repetir la experiencia Bonnie Jo y también tenía en mente que la novela me parecía algo distinta, más grande, con su nominación a los National Book Awards y todo.
Y, en parte, lo es.

Las Aguas es, al igual que Érase un río, una de esas novelas en las que parece que no pasa nada pero está pasando todo.
La vida, quizás.
Volvemos a las orillas de un río en Whiteheart, Michigan, en el que hay una isla a la que los hombres tienen prohibida la entrada. 
Es la isla de Hermine (o Herself), matriarca de las Zook, custodia del saber natural y algo así como la curandera del pueblo. Todo el mundo la mira de reojo: no se mezcla con el pueblo, no va a misa los domingos, echó de casa a su bien considerado marido, tiene una pareja de burros, sabe esquivar a las serpientes de cascabel de la zona y tiene 3 hijas. 
Pero, esos mismos que recelan de ella. acuden a la otra orilla del río a pedir y recoger sus pociones para cualquier tipo de afección, desde heridas a mordeduras venenosas, pasando por pedidos especiales que se solicitan dejando una concha en un frasco.
La hipocresía, ya sabéis.

De sus 3 hijas, destaca Rose Thorn; tan joven, vital, alocada. Pero Rose se ha ido a California, con otra de sus hermanas, abogada ella, y se ha llevado la vitalidad del pueblo. Un día vuelve pero no lo hace sola: trae a su pequeña Dorothy en la mochila.
Y Dorothy, ay Dorothy: ella es la clave de todo.

Dorothy, o Donkey, tendréis que leer el libro para saber el motivo del apodo, es lista, muy lista. Lo ve todo con sus ojos ansiosos de conocimiento y aprende el oficio de su abuela, casi sin salir de la isla.
Tiene, además, una habilidad especial para las matemáticas y ve el mundo bajo esa mezcla de conocimiento natural y matemáticas.
Donkey es, os lo podéis imaginar, la protagonista perfecta y nos llevará de la mano por esta historia de mujeres, de secretos, aciertos y errores, premios y castigos.

Bonnie Jo Campbell vuelve a demostrar que le sobra oficio narrativo, voz, presencia y personalidad, llegando a (intuyo yo) fragmentar su propia vida en estas mujeres que pueblan su novela. 
No escatima en descripciones, sensaciones, sin sentir la necesidas de correr o apurarse en ningún momento. 
La novela fluye como la corriente de un río.
Tiene ese toque atemporal de las grandes historias, poniendo sobre la mesa temas como el papel de las mujeres, su rol ancestral como transmisoras y guardesas de cultura, el equilibrio entre modernidad y tradición, la renovación de los ambientes rurales, los fanatismos, la maternidad, la violencia, etc.

Bonnie Jo sabe construir personajes, joder si sabe. 
Impecables sus mujeres: detalladas, de distintas generaciones, capaces de cometer tantos aciertos como errores, prisioneras de la sociedad o liberadas de cualquier tipo de cadena que no sea autoimpuesta.
También hay hombres pero son meros espectadores, algunos con ligeros aires de personaje principal. Muchos de ellos van siempre en grupo, casi como esos corros de mujeres que adornaban las fornidas historias de hombretones que recorrían los bosques en busca de la supervivencia más extrema.
Ojo, que tampoco los (nos) ridiculiza en extremo. 
Tienen sus problemas, motivaciones, traumas y deseos pero muchas veces, la mayoría, buscan solución en lo único que conocen: la violencia. 
Bueno, violencia y el alcohol, claro.
Otros son casi espectros, vagando por los restos de una vida que ya no tienen, prisioneros de un pecado que han cometido.
Es una verdad innegable que queremos más a quienes más sufrimiento nos causan.
Eso se dice en la novela y es una verdad como un templo.

Las Aguas es una novela importante, de esas que aparecen en listas de recomendaciones, premios y demás. Pero, más importante aún, Bonnie Jo Campbell lo ha conseguido sin renunciar a su esencia. Cambia parte de su narrativa respecto a Érase un río, por ejemplo, pero sigue ahí, en su orilla del río, imperturbable a modas, ideas fáciles y cosas así. 
Única, auténtica.
Como Donkey.

Otro triunfo de los locos de Dirty Works, por cierto, con traducción de un Tomás Cobos que ha tenido que currar lo suyo.
Disfrutemos.

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