domingo, 27 de abril de 2025

Monstruos de la semana #01

Bienvenidas y bienvenidos a Monstruos de la semana.
Y, os preguntaréis: ¿qué demonios es esto de Monstruos de la semana?, clavándome vuestra pupila azul en mi pupila negra como el carbón.
Pues es otra pequeña locura, que intentaré que salga regularmente, en la que quiero concentrar más esta cualidad de bitácora que debería tener Cápsulas, como blog que es.
Una vuelta al principio, a las bases, blog 101.
Y el centro de todo será un ligero resumen, unas impresiones rápidas, sobre lo que esté leyendo, viendo, jugando en ese momento, o sobre temas que tenga en la cabecita.
Otra manera más para daros la chapa, por supuesto.
Todo esto funciona mejor con interacción, así que tenéis a vuestra disposición todas las vías de contacto, redes sociales, comentarios y demás. 





Sin estirar más este prólogo, voy a lanzarme a un par de cosas que he visto estos últimos días.


Respeto muchísimo a esas personas que tienen que cubrir la información sobre series o que están al día sobre todo lo que entra, sale, se estrena o se estrella en las mil plataformas que nos inundan. 
Si hace unos años me explican que iba a tener tantísimo acceso a material a un click, que iba a tener tan poco que me interese realmente y que iba a pasar más tiempo rebuscando que viendo, ni me lo creería. 
Pero así son estos tiempos raros para viejos como yo. 
Y hay cosas, claro que hay cosas, muchísimas: viejas, nuevas y de cualquier tipo. 
El problema es dar con ellas y criar las ganas. 
He estado sumergido en la tristeza sobre el futuro que deja Adolescencia, la miniserie de Netflix de cuatro episodios, rodada en sendos planos secuencia, tan impecables (en principio) que la mitad del tiempo no te das ni cuenta. Una historia sobre un adolescente que asesina a una compañera de clase y que radiografía la sociedad actual.
Stephen Graham está impecable, como casi siempre, hay un tercer episodio centrado en una conversación que es maravilloso y tiene la duración justa para tratar un montón de temas, no meterse en demasiados jardines y rematar la faena dejando sobre la mesa la información que le interesa transmitir. 
Si sois madres o padres os va a quitar el sueño unos cuantos días, si sois educadoras o educadores lo mismo y si sois sensibles con el mundo actual, nadie os quita un par de sofocones.


En una línea parecida, también en Netflix, está Ciudad Tóxica. Otra mini de 4 episodios, británica, que narra unos hechos reales sobre unas madres de Corby que iniciaron un pleito contra el ayuntamiento por una limpieza de suelo industrial mal hecha y que terminó con algunos nacimientos de bebés con problemas en extremidades y partos que no llegaron a buen término.
Varios años de lucha contra la corrupción y esa manía de mirar hacia otro lado. 
Es más clásica, nada que no se haya visto antes, soportada por un reparto con Jodie Witthaker, Aimee Lou Wood, Rory Kinnear o Robert Carlyle
De Doctor Who a Full Monty, pasando por The White Lotus y Penny Dreadful en un momento.
Está bien, es muy emotiva, dulcifica lo justo, pone el foco en las cosas importantes y es de esas historias de lucha de clase trabajadora que conectan con una facilidad asombrosa.


Abro el Letterboxd para refrescar algunas de las últimas pelis que he visto. Son tres, en esta ocasión y, ojo, las tres son El algo, en un increíble alarde de originalidad.


El Mono, dirigida por Osgood Perkins, después de su Longlegs del año pasado, adaptando un relato de Stephen King que, si no me equivoco, aquí se publicó junto con La Niebla, en ese despiece que se hizo del Skeleton Crew original de 1985.
A lo que voy.
El Mono, producida por James Wan, dirigida por Oz Perkins (hijo de Anthony Perkins) y protagonizada por Theo James y con un papelito de Elijah Wood y, me pongo de pie - ovación cerrada, otro papelito de Tatiana Maslany
Volved a poner Orphan Black en algún sitio, por favor, o regaladme unos blurays de tremenda cosa maravillosa. 
Eso, El Mono.
El arranque, Tarantiniano él, nos deja en una tienda de empeños, muy parecida a la tienda de Pulp Fiction, en la que una señor vestido de piloto intenta devolver un muñeco de un mono con un tambor ((es Adam Scott, por cierto.)(No el mono, el señor; ya me entendéis)). La cosa acaba mal y el mono termina en manos de sus hijos, los gemelos Hal y Bill; un buenazo uno, muy chungo el otro. Lo que terminan descubriendo, en resumen, es que si dan cuerda al mono y toca su tambor, con el último redoble, alguien va a morir de manera muy festiva. Festiva, como dice mi compi Irma Barullo, para gente con taras como nosotros y nosotras; para el resto será una sangrienta e innecesaria destrucción.
Deciden dejar el mono en un pozo, para evitar masacres, salvo que años después, ya adultos y separados, vuelven a entrar en contacto: el mono ha vuelto.
No os voy a contar mucho más: la película se presenta como una especie de comedia de terror pero me resultó tremendamente irregular. Hay momentos en los que DestinoFinalea, cosa que se celebra siempre, pero cuando se mete en terrenos de problemas familiares, me pierde. Y eso que entiendo el interés de Perkins en poner los temas hermanos/padres e hijos sobre el tablero de juego, pero ahí me caigo por completo.
Un buen rato, intermitente, y ya.
Estuvo en cines hasta hace pocas semanas.


El Pozo es una reciente película italiana que, soy sincero, no hubiese visto si la protagonista no fuese Lauren LaVera (la icónica Sienna de Terrifier 2  y 3) y no viniese ampliamente recomendada por Pedacitos de Terror, uno de mis YouTube de referencia.
Dirigida por Federico Zampaglione, en rollo hombre orquesta, y metiendo a parte de su familia en la película, El Pozo es una serie b de las de videoclub, con ese toque italiano, tan estético y un poco giallesco, pero sin caer en las manos enguantadas y estiletes.
Lisa, nuestra protagonista llega a un pueblecito perdido con un encargo urgente: restaurar un cuadro propiedad de una baronesa a tiempo para su subasta. La cuestión es que el cuadro está imposible, negro, quemadísimo, la baronesa tiene muchísima prisa, tiene una hija bastante rarita y Lisa comienza a tener unos sueños muy turbios.
Para rematar, justo al llegar al pueblo en Alsa, coincidió con unas biólogas y su guía; un trío que termina encerrado en una mazmorra en la que hay un pozo (obvio) y un extraño gigante que entra, masacra a algún prisionero y lo tira al pozo.
Hay buenos efectos prácticos, un ritmillo espeso, algún giro interesante y una LaVera que no sabe muy bien lo que está pasando.
Si os gusta el rollo, adelante, pero no esperéis la locura máxima. Tiene, además, un final bastante chiflado que me gusta.
No está disponible en ninguna plataforma ni cines, de momento. Hay que rebuscar.


The Gorge o El Abismo Secreto tiene 3 bazas importantes para mi interés: Scott Derrickson dirigiendo (Sinister, Doctor Extraño, The Black Phone), Anya Taylor-Joy y Miles Teller como protas y una trama sobre un misterioso abismo, con dos torres de vigilancia, que controlan que algo que hay ahí dentro, salga.
En una torre, Anya, haciendo de mujer del este de Europa; en la otra, Miles, como the perfect northamerican boy.
Ambos, francotiradores de élite.
Y en el abismo, bichos loquísimos.
Dos horas de peli: una primera de romance entre espías, guapísimos y perfectos, y la segunda de acción locuela con CGI.
Pero me funciona, me sirve y pase un rato buenísimo entre disparos a distancias imposibles, soluciones de guionista vago, casi un mod del Fallout y un meme de Anya jugando al ajedrez y Miles tocando la batería.
Le pido poco a la vida, la verdad.
En Apple Tv.


En cuanto a juegos y videojuegos, voy poco a poco y a mi ritmo. No soy un jugador de ritmos altos y suelo ser relativamente completista, así que me duran bastante.


Estoy dándole al Final Fantasy XVI en PS5. Una aventura nueva, en un mundo nuevo, con clara influencia de la fantasía de corte medieval o, para hacer la cosa más sencilla, es Juego de Tronos con invocaciones, dominantes, pelos (aún más) y demás.
En la franquicia siempre van saltando entre mundos e influencias fantásticas pero esta vez pecan de ser demasiado directos, demasiado claros y occidentales.
El juego arranca bien con Chris como protagonista, un joven heredero de un reino vinculado a los poderes del fénix, un eikon (como una deidad) que otorga sus virtudes al hermano de Chris, Joshua. Varios reinos enfrentados, con distintos dominantes (hielo, tierra, etc o en el mundo de Final Fantasy, Shiva, Titán, Odín, etc.). 


En términos visuales y sonoros no hay una pega: es de lo más épico y espectacular que se puede experimentar, hasta alcanzar cotas insospechadas de rayos, rocas, espadazos y demás. El combate tampoco es un problema; deja atrás el sistema por turnos o esos sistemas mixtos de turnos en movimiento, para abrazar la acción directa, casi como un Devil May Cry o similar. Acción rápida, elección de poderes con los gatillos, tiempos de recarga para los poderes especiales y demás. Nada nuevo y se aleja de la faceta más J-RPG pero encaja bien.


Mi problema, con el juego completado al 90% y sus casi 50 horas de juego, es su desarrollo. Comienza bien, con giros argumentales, saltos temporales y esa sensación de ir conociendo el mundo, misiones secundarias y cierto componente de exploración pero, justo después de un espectacular combate contra Titán, se diluye.
Pierde parte del hilo narrativo para meterte un montón de tareas sin alma, corazón ni importancia, casi alargando el juego artificialmente. Y la atención e interés, claro, se evaporan. Justo ahora estoy en su parte final y vuelve a coger impulso, claro, pero esa fase anterior, que suma un buen montón de horas, lastra la experiencia.
A ver cuando aprendemos que no es necesario rellenar los juegos con horas vacías para llegar a las 60, 70 o 100 horas. 


Las lecturas tendrán, en su mayoría, su pertinente reseña por aquí, pero he estado leyendo Lo que mueve a los muertos de T. Kingfisher, editada por Crononauta, traducida por Arrate Hidalgo y cubierta de Marina Vidal


Un retelling de La caída de la casa Usher de Poe, que nunca creí necesaria pero que me ha gustado muchísimo. Cuestiones de identidad de género muy bien traídas, un delicioso toque de humor, mucho gótico y, como dice la propia autora en los agradecimientos, un aire a Mexican Gothic de Silvia Moreno-García, comparación justa y necesaria, aunque parezca que le reste originalidad. 
Una autora muy necesaria y una edición excelente de Crononauta (¡me encanta el formato!)


También ha caído El sueño de Escila de Alfredo Álamo, en Obscura. Una historia de ciencia ficción sobre un viaje dentro de una enorme nave, la Escila, pero que se atreve a añadir un montón de elementos a la mezcla. 
Y justo por eso, por la mezcla de ideas, de capas, de trucos, me gusta. Algo así como un capítulo perdido de Star Trek: The Next Generation que se mezcla con el aspecto más espacial de Doctor Who dentro de una buena idea de Black Mirror y alguna pincelada de terror de fondo. Entretenidísima, atrevida, juguetona y uno de esos raros casos en los que, al terminar, estás esperando una segunda vuelta.
Hablan de ella por aquí, en el gran Problema en Tritón.

Y, ¿en otros formatos y locuras?
Además de sacar el primer episodio de Fenómenos X Anormales, el podcast sobre Expediente X que se nos ha ocurrido al inagotable Antonio Márquez y a un servidor, desde LibroGusano, bajo la dirección de Jorge Capote, le hemos dado caña a la entrega número 12 del MundoDisco, Brujas de viaje y un especial sobre el Día del Libro en el que gastamos dinero imaginario para comprarnos 4 libros: uno de un autor, otro de una autora, un ensayo y un cómic. 
Nada, nada mal.

Me despido con el tema de la semana y como hay que tener buena educación, siendo como es el primer Monstruos de la semana, os dejo con un hola.


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