domingo, 4 de mayo de 2025

Monstruos de la semana #02

Una semana movidita
No me quejo, la verdad: han caído varias cosas chulas, incluidas algunas que van a estar entre lo mejor del año, segurísimo.
Hay mucho sobre lo que hablar así que me pongo a ello.





Hace unos cuantos años ya, casi una vida anterior, Netflix sorprendió a todo el mundo con una impactante adaptación de Daredevil. 3 temporadas, un universo en desarrollo y un abrupto final lleno de decisiones cuestionables.
La serie y sus derivados fueron arrojados al cajón de cosas fuera de continuidad cuando Marvel se unió a Disney y en ese limbo, salvo contadas declaraciones y cameos, se mantuvo.
Hasta ahora.
Daredevil: Born again poco tiene que ser con el arco de Frank Miller y David Mazzuccelli (1986, Daredevil #227 - #233), etapa que ya había sido manoseada en temporadas anteriores, pero usa el emblemático Born again, tan ligado al personaje, para declarar su vuelta al Universo Marvel.
No tenía yo las expectativas muy altas, pese a la vuelta del reparto original y la firme intención de los showrunners de recuperar y potenciar lo mejor de temporadas anteriores, pero (atención: milagro) he terminado bastante satisfecho.
Los 9 episodios de Born Again Temporada 1 sirven como continuación de la etapa anterior y también como punto de entrada de nuevos espectadores y espectadoras. Matt Mudock ha dejado atrás su papel como El hombre sin miedo para centrarse en la abogacía, pero una tragedia volverá a hacerle dudar. Todo esto coincide con el regreso de Wilson Fisk, alejado de su reinado como Kingpin, que planea su entrada en política como alcalde de Nueva York, trama parecida a etapas recientes del personaje, como la guionizada por Charles Soule.
¿Hay acción? 
Por supuesto, de hecho hay un tremendo escenón en el primer episodio, pero el resto del desarrollo se centra más en un thriller de abogados, social y político, que en repartir bastonazos en cada capítulo.
La dicotomía Murdock/Fisk, con unos estupendos Charlie Cox y Vicent (Vanessssssaaa) D'Onofrio, se come toda la serie, haciendo unos paralelismos muy interesantes.
Temporada, por cierto, dividida de forma invisible en 2 partes, con un capítulo bisagra de un atraco a un banco.
Y ahí, quizás, viene lo que menos me ha gustado.
Me da la sensación que la primera parte de la temporada tiene una intención, un aire y una estética que se modifica en su segunda mitad, quizás por aquello de estirar la cosa de cara a la segunda temporada. Eso influye en el enfoque, que vuelve a las cosas de vigilantes heroicos, grandes planes secretos y demás, perdiendo la atmósfera que había construido al principio (potenciada por la presencia de Michael Gandolfini que me había llevado a un spinoff de Los Soprano; te echo de menos, James Gandolfini...)
Tiene lecturas interesantes de corte social, el enésimo ejemplo de personas que malinterpretan símbolos, la decadencia de urbes como Nueva York, una lectura muy actual sobre el poder y el desencanto general y un Punisher, el Frank Castle de Jon Bernthal, que casi se diluye, tristemente, como alivio cómico en un Marvel Two-in-one.
Menos acción, algún bache, pero la sensación es buena. Quizás de más a menos, creo que consigue recuperar al personaje. Esperaré a la siguiente temporada, para ver por dónde transita.
La tenéis en Disney +, al igual que las 3 temporadas anteriores.



Caso curioso el de esta Punto Nemo.
Una miniserie casi sin promoción, coproducción entre Portugal y España, mezcla de géneros, reparto interesante, exteriores reales, bien posicionada entre los tops de la plataforma (Prime Video) y no he visto mucho comentario.
No es la última joya increíble del mundo de las series pero tiene un buen arsenal de lugares comunes, de fantástico ibérico y de interés como para echarle un ojo.
Una misión científica, escoltada por la Armada Española, van a las proximidades del Punto Nemo, el punto del Pacífico más alejado de tierra firme. La cosa se complica, entre piratas y tormentas, y recalan en un lugar indeterminado que esconde una extraña base rusa.

Seis episodios, así que no vais a perder mucho tiempo, pero creo que es un ejemplo juguetón de fantástico, acción y terror.
¿Pensáis en la Fantastic Factory? Bueno, quizás se da un aire, aunque los elementos fantásticos exploten muy al final de la historia, dejando unos episodios iniciales centrados en una acción plagada de incógnitas.
A ratos es muy entretenida, otras se detiene y alarga situaciones que no dan más de si, a veces es increíblemente valiente y otras, muy torpe. 
Quizás se define a si misma por su uso de entornos naturales, efectos prácticos y un amor por los lugares comunes, de Lost a Lovecraft, que puede hacer que perdonéis sus torpezas. 



Hay una escena en Sinners (Los Pecadores) que define su esencia. El personaje de Delroy Lindo, un músico de blues borrachín y atormentado, recuerda un injusto y brutal incidente pasado. Herido por la rabia de ese recuerdo, comienza a golpear el asiento del coche, mientras entona un blues. El uso de la música como vehículo de escape de la rabia y la injusticia, gasolina para la cultura y el folclore que intentan hacer arder la mierda de sociedad, es un reflejo perfecto de lo que intenta hacer la propia película, cambiando 1932 por 2025 aunque hay ciertos problemas que siguen estando ahí.
Vaya por delante: Sinners es una cinco estrellas absoluta, clara candidata a mi película favorita del año. Una mezcla de horror y acción, con una visión muy artística, que toca muchísimos temas y todos con un acierto asombroso.
No desafina ni una nota, ni un acorde.
Y, a partir de aquí, vais a encontrar destripes, así que proceded con precaución hasta el final.



1932, terrenos del Mississippi. Los hermanos gemelos Smoke y Stack, ambos interpretados por un Michael B. Jordan en estado de gracia, vuelven de un periplo por los bajos fondos de Chicago y las trincheras de la Primera Guerra Mundial a su pueblo natal, con la intención de abrir un local de blues para la población negra local. 
Contactan con su primo Sammie (Miles Caton), joven hijo de un predicador, que tiene un talento natural para el blues, pese a los avisos paternos de que esa música es cosa del demonio.
Al grupo se unen más personajes que preparan la inauguración de esa noche, como Annie (Wunmi Mosaku), antigua pareja de Smoke y una especie de bruja de los pantanos para la población local, o Mary (Hailee Steinfeld), hija de la matrona que ayudó en el parto de los gemelos, amiga de la infancia atrapada entre el mundo de la élite blanca y el resto de la gente trabajadora. 
Una noche de inauguración que se va a ver interrumpida por fuerzas extrañas, amenazas que se ven atraídas por la fuerza mística del blues.
El resumen puede parecer poco original, mezcla de cosas ya vistas en forma de noir, western o terror. Tenemos, sin irnos muy lejos, cosas similares en Abierto hasta el amanecer (From dusk till dawn, Robert Rodriguez, 1996), una de las películas de la serie Tales from thr crypt, la chulísima Caballero del diablo ( Demon Knight, Ernest Dickerson, 1995) o los cómics de Steve Niles y Ben Templesmith de 30 días de noche, con su adaptación a cine, 30 días de oscuridad ( 30 days of night, David Slade, 2007).
Lo que viene siendo un grupo de personas atrapadas en el interior de un recinto, más o menos amplio, acosados por fuerzas oscuras.




Y lo es, claro, compartiendo ese frenesí de película de acción, con sangrientos toques de horror, llevando las tramas un paso más allá de lo que se suele ver en el cine comercial de gran estudio.
En el punto en el que el resto de esas películas que acabo de citar se vuelven un entretenimiento de malos carismáticos, tripas voladoras, bailarinas en bikini y cucarachas enojadas, sin que eso tenga ninguna connotación negativa por mi parte, Sinners entona un Rocky Road To Dublin y el conjunto adquiere otros tintes.
Sinners es un musical enmascarado, un despliegue de ritmo y acordes de blues, sin perder de vista otros estilos musicales; llevándolo al cine, es una película de horror pero no se olvida de explotar aspectos más reivindicativos.


El terror y el horror surgen de algo, no son simplemente monstruos que merodean en los rincones oscuros de nuestro bienestar. Ryan Coogler centra sus esfuerzos en un pueblo afroamericano que vivía una falsa libertad: ya se había abolido la esclavitud pero vivían en las plantaciones, entregando cuotas de recogida, trabajando de sol a sol por un dinero que, muchas veces, únicamente servía en los terrenos de esas fincas.
El único refugio era la religión (el padre de Sammie) o las raíces, su folclore (Anna y los músicos).
Y ahí entra el blues, como evolución de los himnos de la esclavitud. Tan atractivo, tan místico, que no tardó en ser reclamado por los potentados blancos, intentando hacerlo suyo, comprando o esclavizando un arte que había surgido fuera de los límites de su influencia, más allá del control y el dinero.

En Sinners hay una némesis, encarnada por el leprechaun Remmick (Jack O'Connell), una suerte de vampiro irresistiblemente atraído por el blues. 
¿Es el enemigo real de la película?
Bueno, lo es y lo parece pero no lo tengo nada claro.
Remmick es otro inmigrante, una criatura a la que también le han arrancado, traicionado o asimilado su folclore y, por tanto, su identidad y libertad. La salida que ha encontrado es refugiarse en la noche, en el tiempo y espacio que el hombre poderoso no controla; en los márgenes de la historia. Esa es la oferta que transmite a Smoke y Stack: venid a las tinieblas, a la noche; un lugar en el que morar sin esclavitud pero donde nadie más os puede ver.
Sinners escapa, así, del reduccionismo: es una historia sobre el racismo y el control del arte y tradición de los afroamericanos, claro, pero termina incluyendo a los nativos americanos e inmigrantes, sin excepción, porque los mecanismos de control, exterminio y apropiación de los poderosos son terriblemente estándar.
El enemigo de Sinners, desde mi punto de vista, no son Remmick y sus huestes, ni mucho menos, pese a lo crueles que sean; la auténtica amenaza son la opresión, el racismo y la imposición de creencias, son el KKK y la religión, más interesada en el control basado en el miedo (la escena de Sammie empuñando el mástil de la guitarra rota frente a las proclamas del predicador) que en la prosperidad y la esperanza.
Enemigos a los que se puede hacer frente de diferentes maneras, ya sea en conflictos más violentos o con la firme defensa de la lucha cultural, ambas representadas en la película.
Hablo de vampiros, cosa que son, claro, con sus dientes, su baba, su lujuria y ojos rojos, pero también hay que subrayar la magnífica forma en la que Coogler los introduce en la mezcla a través de Annie, un personaje maravilloso por el que discurre casi todo el discurso sobrenatural y de cultura popular de la película.



Sinners es una película mayúscula, entretenida, reivindicativa y profunda, con una bso maravillosa, de un Ryan Coogler al que no le tiembla el pulso a la hora de añadir elementos artísticos (los temas musicales, esa cámara tan viva en el paseo por el pueblo entre las tiendas...) en un fino equilibrio con el espectáculo sangriento. Una maravillosa locura que cierra con un epílogo que supone el perfecto punto ¿final? a la historia y que ciñe aún más su mensaje.
Nos habíamos olvidado que se podían hacer películas así, alguien nos lo había robado. 
No lo olvidemos, por favor.


Sinners es una de esas películas que piden a gritos una novelización pero existen varios ejemplos de lecturas que utilizan ideas similares.
  "Ring shout (Nuestro cántico)" de P. Djèlí Clark, editada en castellano por Obscura y en catalán por Mai Més, es una de ellas. Y, además, creo que es una de las historias más influyentes e importantes del fantástico y terror de los últimos años. Una historia que ataca frontalmente al racismo, con un KKK representados con monstruos y unas protagonistas maravillosas (Maryse, Sadie y Cordy). Interesante, además, porque trata hechos reales de forma alternativa y por su uso del lenguaje (trabajadísima traducción de Raúl García Campos, en castellano; la catalana corre a cargo de Martí Sales).
Imprescindible.



Otro ejemplo es The Reformatory, de Tanararive Due, que arrasó en varios premios del año pasado.
Aquí hago un pelín de trampa porque solo he leído un tercio de la novela: estaba con ella en inglés cuando La Biblioteca de Carfax anunció su salida en castellano a finales de este 2025, así que preferí esperar a la traducción, aunque la lectura me estaba fascinando.
Novela que transcurre a mediados del siglo pasado, en un periodo en el que no debería de existir la esclavitud pero los afroamericanos eran poco más que eso y un joven, Robert, sentenciado a pasar seis meses en el terrible reformatorio de Gracetown por una disputa con un blanco adinerado. En la mezcla también hay elementos sobrenaturales; no hay mejor sitio para los fantasmas que lo reformatorios.
La Biblioteca de Carfax lo publicará en castellano en noviembre, dentro de unos meses.
Sin duda, una de las novedades que espero con más ganas.


Os iba a hablar de un par de lecturas que he terminado estos días, pero mejor lo dejamos para la siguiente ocasión.
Además, si queréis escuchar un podcast top sobre libros, las maravillosas personas (bueno, eso creo...) de Vaya Barullo En Innsmouth han perpetrado un nuevo programa, centrado en los bolsilibros de Adam Surray, una de esas figuras clave a la hora de interpretar ese fenómeno de la literatura popular. Tan divertidos e interesantes como siempre.
¡Larga no vida a Barullo!
Remato estos Monstruos de la semana recordando que esta era la semana en la que iba a ver a Ghost en concierto pero la tremebunda chapuza de cancelación me arrebató esa alegría. La canción de la semana iba a ser, obligatoriamente, una suya. 
Ya no, obvio.
Otro apagón, a juego con el de principios de semana.
Siguiendo con el impacto de Sinners, que ha ayudado a olvidarme del concierto, creo que Zeal & Ardor son un grupo que encaja a la perfección con la temática e intenciones de la película, así que, una oportunidad inmejorable.
Hasta los Monstruos... que viene.


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