lunes, 12 de mayo de 2025

Monstruos de la semana #03

Otra semana más, otra oportunidad para abrir la cripta y dejar constancia en esta bitácora polvorienta de lo que he visto, leído o jugado, entre otras cosas.
Unos apuntes sobre series en curso, alguna película que otra (¿ya habéis visto Sinners? ¡Me sigue obsesionando!), un par de lecturas, muchos bichos raros y demás.
Hay de todo, bien variadito.
¡Al lío!





Tenía que abrir el melón de The Last Of Us Temporada 2, era inevitable. Pasamos el ecuador de esta temporada, de tan solo 7 episodios, frente a los 9 de la anterior; va a ser una experiencia muy fugaz, después de tantos meses de espera.
No era yo un gran fan de la historia de apocalipsis fúngico; los juegos de sigilo, mover cajas y con una historia tan bajonera no me suelen llamar la atención. Reconozco que es un gran juego, que abrió un montón de puertas y mentes, rematando la faena con una Parte 2 apabullante, que todavía no he terminado porque me machaca emocionalmente y uno ya no está para estos trotes. 
La adaptación de HBO casi calca el videojuego, con menos cajas y plataformas flotantes, también menos hombres-champiñón, y la jugada le salió redonda. La primera temporada fue un gran éxito, basada en el carisma de su dupla protagonista: Bella Ramsey como Ellie y Pedro Pascal en el papel de Joel. No tuvo que ser barata, me imagino, pero consiguió llegar a un montón de público.
Ahora, casi 2 años después (el último episodio de la Temporada 1 se emitió en marzo de 2023 y la 2 arrancó en abril del 2025), la Temporada 2 llega para hurgar un poquito más en las heridas infectadas de hongos y, con 4 episodios ya disponibles (en el momento de escribir esto), puedo dar alguna opinión personal.
Hay algún que otro destripe, proceded con cuidado hasta la siguiente sección.

No hay excesivas novedades en esta segunda tanda de capítulos. En la idea, ejecución y estilo, me refiero. Episodios de una hora, altos niveles de producción, quizá algo encorsetados por la estética de las ubicaciones y ese estilo de televisión lenta, en la que todo va ocurriendo poco a poco.
Argumentalmente sigue los pasos de la parte 2 del videojuego, arrancando con un salto temporal, Ellie y Joel algo distanciados, viviendo en la ciudad-refugio enclavada en la nieve. 
Todo está bien...pero me parece que está un peldaño (amplio y grande, de los de paso forzado) por debajo de la primera parte.
No se ve igual, quizás sea por el exceso de paisajes nevados; no se siente igual en términos de peligro, tensión o gestión de personajes. No es una cuestión de presupuesto, creo; me parece algo relacionado con las miras y la escala. De querer hacer algo más o menos novedoso, pasan a calcar The Walking Dead, con escenas de hordas de señores champiñones clavaditas a los zombis televisivos. 
Hay partes que, sacadas de contexto, serían imposibles de diferenciar. 
A esto hay que añadir que varios de los infectados que aparecen casi no tienen visible el hongo en su cabeza, pareciendo zombis sin más.
Y ahí se pierde mucha, muchísima calidad. Todo parece mil veces visto y esto, junto con decisiones discutibles (emboscadas cutres, planes de contingencia de risa, típicos conflictos postapocalípticos...), hace que la serie baje de interés.
Incluso el gran giro de guión, que llega en el episodio 2, no se siente lo suficientemente trabajado o ubicado en un momento oportuno. 
Recuerda, además, poderosamente a cierta parte de TWD, una vez más.
No hay desarrollo de secundarios, como en los episodios 3 y 7 de la temporada anterior, y la serie se lo juega todo al carisma y venganza de Ellie/Bella Ramsey y a su dupla con Dina (Isabela Merced), que suponen de lo mejorcito de lo que llevamos de temporada.
En resumen: una serie que daba un poquito más de lo acostumbrado en televisión y que parece sucumbir ante lo más clásico del combo tv/zombi. Una infección por lo más genérico del apocalipsis catódico.
Queda un poco menos de la mitad, ojalá aporte un plus.
La tenéis en Max.

Os podría hablar de Gladiator II, de lo innecesaria que es, de Paul Mescal y Pedro Pascal en falda, de lo torpe de sus resúmenes de la primera parte, de su falta de épica, de un Denzel Washington que pasaba por ahí y se roba la peli o de su vergonzante tramo final. 
O de un guión pocho y de un Ridley Scott desganadísimo.
De los tiburones en el Coliseo.
De que en los créditos iniciales salga como GLADIIATOR, a lo 2 Fast 2 Furious.
Pero no me apetece dedicarle ni un segundo más al tremendo desastre que es.
Y, que conste: lo último que buscaba era un mínimo de rigor histórico. Yo solo quería divertirme.



En The Medium (2021) se unen las mentes detrás de dos de mis películas de terror tailandesas favoritas, Shutter (2004) y The Wailing (2016): Bangjong Pisanthanakun a la dirección  y guion de Na Hong-jin.
La suma de esos dos factores no ha conseguido que la mezcla resultante supere a las predecesoras, pero The Medium es bastante interesante.
Un historia, con forma de falso documental, sobre el chamanismo en Tailandia, centrándose en la figura de una mujer, Nim, una médium que vive en la zona rural y que está conectada con una diosa. Mientras se rueda el documental fallece su cuñado, un tipo con una extraña historia familiar, y algo empieza a sucederle a la sobrina de Nim, Mink. Pérdida de memoria, hemorragias, comportamientos extraños..., el grupo de filmación decide centrarse en ella y en los rituales que la médium plantea para proteger a su sobrina.
131 minutos de película, una trama familiar algo enrevesada, un trasfondo social y cultural, un falso documental que a ratos parece uno verdadero y un último tercio de absoluto tren de la bruja, lleno de visión nocturna, grabaciones de noches de pesadilla y rituales que no salen como deberían.
Muy irregular, algo liosa de más, pero deja un buen catálogo de escenas de terror, agobiantes, y bien resueltas con la mínima presencia de efectos.
La tenéis en Prime Video.


Presence (2024) es el último artilugio de Steven Soderbergh que basa todo su interés, a priori, en enfocar la película como una historia de fantasmas vista desde el punto de vista del espectro. No es nada nuevo, A Ghost Story (2017) ya estaba en esas, pero como reclamo, funciona. Soderbergh, muy amigo de la experimentación (os recomiendo Unsane (2018) rodada con iPhone), se lanza de lleno a esta historia de una familia que llega a una nueva casa en la que, aparentemente, habita una presencia que va a ir comprobando como la estructura familiar (mujer, marido y dos hijos: chica y chico) se resquebraja ante las exigencias, los secretos, las mentiras y demás problemas vitales. 
El problema de Presence es centrar la atención como si fuese una película de terror, que no es, ni de lejos. Es un drama familiar, a ratos coqueteando con el cine de sobremesa, que sabe mantener el interés entre las tramas de Lucy Liu como madre sobreprotectora con su hijo deportista, Chris Sullivan como el marido que busca un escape ante los secretos de su pareja y Callina Liang como Chloe, protagonista del relato y en la que el espectro que, a la vez somos nosotros, centra su atención.
El final mezcla la parte social del relato con un giro argumental ante el que únicamente nos queda asentir y tragárnoslo.


Tengo un par de apuntes sobre lecturas ya finalizadas: una colección de relatos y un Paperback from hell que vuelve a la vida.


En ese infinito, nuestro final es la aclamadísima colección de historias cortas de Gemma Files, editada por La Biblioteca de Carfax el año pasado, con traducción de Pilar Ramírez Tello.
Quince relatos y ganadora del Bram Stoker a mejor antología en 2021; buenas credenciales para un libro de más de 400 páginas que no da descanso a nuestras neuronas.
Gemma Files es una autora de esas de recomendar con cuidado: Experimental Film y Esto no es para vosotros y otras historias no son lecturas para todo tipo de público pero, si afinas en la recomendación, se va a convertir en una escritora esencial para aquellas personas que entren en su mundo.
Los quince relatos son una exploración por un mundo cargado de terror existencial, una aproximación a la identidad, al papel en el mundo y la sociedad, la definición de hogar, las mentalidades divergentes, la vida en pareja o la maternidad. Mujeres protagonistas que se enfrentan al horror de lo cotidiano enmascarado bajo estructuras imposibles, ideas de más allá de nuestro conocimiento. Files aprovecha para meter contenido sobre cine, como en Fotograma recortado o La iglesia de las montañas, casi llevándonos de vuelta a los terrenos de Experimental Film. 
Pero lo que realmente me ha conquistado de esta colección es su concepto de hogar, de casa, y la forma en lo que lo va retorciendo según pasan los relatos. Las historias se van encadenando, unidas por un fino hilo, y la vivienda surge en muchos. Una aproximación muy actual, de plena videncia en la era de Internet y los creepypasta; a ratos receptáculos podridos que reflejan conflictos (Siempre después de las tres), otras veces espacios que absorben la energía en un uso cercano al espacio liminal (Bombilla, El motel de las marionetas, Acércate más). También hay relatos más experimentales, cósmicos o que tocan tangencialmente los clásicos cuentos de hadas.
Una colección completísima, exigente, atrevida y muy actual, que se convierte en una recomendación inmediata.


A raíz de la publicación del Paperbacks from hell de Grady Hendrix en castellano (Minotauro; no os perdáis esta charla entre John Tones y Bernard J. Leman sobre el tema), estamos recibiendo algunos de esos títulos. Novelas de terror de una época concreta (finales de los 70 hasta principios de los 90), con una identidad muy particular. La propia Minotauro publicó  El subastador de Joan Samson y ahora, en Dimensiones Ocultas, aparecen Los extraños de Mort Castle, con traducción de Roberto Carrasco.
Los extraños es un thriller divertidísimo, cargado de humor negro, algunos excesos, varios aciertos y algún que otro enfoque típico de su época.
Michael Louden es el padre de familia tipo de la Norteamérica de los ochenta: trabaja en un sector con éxito, afable esposa que quiere retomar sus estudios, casa en los suburbios y dos hijas adorables. Es un buen vecino, siempre dispuesto a echar una mano y es el primero en barbacoas y resto de eventos sociales.
Pero Michael es un extraño, un tipo que guarda sus verdaderas intenciones a la espera de una llamada que lo dinamite todo. Tiene un monólogo interno destructivo, hiriente, capaz de urdir los planes más oscuros para dañar al prójimo mientras protege su imagen pública. Y a veces, solo a veces, alguien es capaz de percibir las grietas en su máscara y ser consciente de lo que hay debajo.
Un thriller, como decía, con mucho ritmo, una carga social que casi se mantiene vigente a día de hoy, algún exceso ochentero típico de las modas de la época y un ambiente de humor negro que te hace estar pendiente de la siguiente maniobra de Michael. No esperéis un gore excesivo ni un baño de sangre; hay escenas violentas pero dentro de lo que podría ser una película de genero de los ochenta. Un thriller de los que alquilabas en el videoclub, justo esto.



Me he pasado unas cuantas horas deambulando por Paldea, esa España fantástica (con sus buzones amarillos) que es la nueva región que presenta el Pokémon Escarlata/Púrpura, la última entrega central de la serie para Nintendo Switch, que ya tiene un par de años largos.
Una versión Púrpura, en mi caso, que ha supuesto mi vuelta personal a los juegos de la saga desde hace bastante tiempo, así que hay cosillas que me han pillado por sorpresa.
Primero de todo: mundo abierto. Tienes completa libertad para recorrer el mapa, en el orden que quieras, con la consiguiente destrucción si te arrimas a áreas con pokémones de mucho poder. Hay tres vías principales o tres hilos de historia que sirven de guía: los clásicos gimnasios, las bases del Team Star y una investigación sobre seres muy poderosos que guardan unas especias. El conjunto se completa con las clases en la Academia Uva, que dan un poco la chapa, pero se soportan.
Subir a tu equipo de nivel es clave, obvio, y para eso se implementa una especie de farmeo que no está nada mal. Los pokémones salvajes son visibles en todo momento y tú decides si quieres combatir de forma clásica contra ellos para, por ejemplo, capturarlos, o enviar a tu primer acompañante del equipo para que los venza y consiga experiencia. Así que subir de nivel a tu equipo es tan sencillo (y cansino) como quedarte en una zona con enemigos de un nivel aceptable, enviar a tus colegas y recoger experiencia. 
Los combates son más o menos clásicos, como siempre, pero se añade la Teracristalización: un efecto extra que aplicas y que potencia los ataques del tipo del que es el pokémon en que los uses.
El juego va sorprendentemente bien en la Switch modo portátil, que es como siempre juego, salvo algunos problemas de rendimiento en su parte final.
Eso si, devora batería de una forma salvaje. 
Muchísimas horas invertidas, una cantidad loquísima de Pokémones, de variaciones, de incursiones, de añadidos cuando terminas las historias principales, etc. Me sigue faltando un modo historia más completo, alejado del clásico gimnasios- Liga Pokémon-Pokémon míticos-etc, pero sigue siendo un maravilloso pozo de tiempo que se ve y se juega como nunca.
Y no hace falta decir que elegí a Sprigatito como pokémon inicial, ¿no?



Termino estos monstruos de esta semana recordando un concierto al que asistí el pasado sábado 10 de marzo. Morgan es uno de esos grupos que destilan una aparente sencillez, autenticidad y sentimiento en cada disco y, con Hotel Morgan, ya van cuatro.


Un rock clásico, lleno de matices de grupos norteamericanos de los años 70, generando un ambiente propicio para llegarte al corazón.
Y todo bajo la voz de Nina, una de las mejores vocalistas del país, sin duda alguna.
Pequeños detalles, como entrar al escenario por el patio de butacas cantando Arena sin más artificio que la voz y guitarra sin amplificar para terminar con una emocionantísima Intro Delta, son los que marcan el inicio de un concierto excelente. 
Casi dos horas de poner los pelos de punta, para bien.





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