Seguimos con las andanzas del Undécimo y de Amy Pond con un capítulo, también guionizado por Moffat, donde se ahonda en el comportamiento del Doctor y en la personalidad humana de Amy.
En esta ocasión, la Tardis llega a un futuro lejano en el que los países han dejado la Tierra moribunda, quemada y arrasada, para vivir en el espacio como naves-país, llenas de refugiados.
Como no podía ser menos, la nave a la que llegan es la UK, perteneciente al Reino Unido y ya desde la deliciosamente tétrica introducción, nos queda claro que algo raro esta pasando, sobre todo debido a una especie de robots alojados en cámaras que vigilan con una sonrisa todo lo que pasa... hasta que algo no les gusta y muestran su verdadero rostro. Son los Smilers, un nuevo añadido a la galería de monstruos del Doctor, bastante desasosegantes, la verdad.
El Doctor acude a la ayuda de una niña que llora desconsolada y deja a Amy que investigue por su cuenta mientras él se dedica a sus asuntos, como controlar ¿vasos de agua?
Aquí llega el quid del episodio: Amy se comporta como una humana ante la disyuntiva que se plantea más adelante, muy cercana a lo que ocurría con Donna en la temporada anterior (¿es Amy la Donna que no pudo ser en la T. 4 o la que cree Moffat que debería de haber sido?) mientras que el Doctor se muestra impasible en su papel de Señor del Tiempo: sin intervenir en favor de ninguna especie se ve obligado a elegir entre miles de vidas humanas y la última ballena estelar, auténtico motor de la UK.
El Undécimo se muestra muy cercano a los capítulos finales de la era Tennant, consciente de su condición como guardián del tiempo, más allá de los humanos ("Vosotros os parecéis a los Señores del Tiempo, nosotros llegamos primero") y rompe con la tónica habitual de hacer un símil con la humanidad. El Doctor es alienígena y por mucho apego que tenga a los humanos, debe pensar y actuar de manera más elevada, en busca de un bien universal, no local. Para el resto debe estar Amy y así aparece la primera confrontación entre ambos.
Lo que en un principio podría parecer un capítulo de Doctor vs. Smilers se convierte en un episodio de duras elecciones, salvada en el último minuto gracias a la perspicaz Miss Pond.
Una descripción de una democracia que no es tal,basada en el miedo y el olvido voluntario, con una Reina, Liz Ten (Sophie Okonedo), que no es más culpable que los demás pero no por ello inocente (un buen personaje,por cierto).
Segundo capítulo bien narrado e interesante, con grieta al final pero sin llegar al nivel excelente del anterior.
Seguimos tirando del hilo.
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