Vamos,no os penséis que antes era un paraíso del arco iris con unicornios y arbustos de gominolas. Siempre fue un sitio complicado, peligroso, triste. Enfermedades, guerras, ambición sin fin, pobreza, maldad, egoísmo y todo lo que queráis añadir y os ofenda profundamente.
El mundo no mola, es mas, apesta. No me vengáis con fotos de atardeceres, frases de Coelho o pósters de gatitos sujetándose en una cuerda.
Y no solo el mundo como concepto global sino la sociedad humana que refleja lo peor de nuestra especie: un hedonismo repelente, una brutalidad sin medida.
El conjunto es un bar peligroso, de esos con luces de neón, suelos pegajosos y un montón de gente en la barra con la cara llena de cicatrices y una navaja en la mano. Ese tipo de bar y ese tipo de clientela.
Por eso, como todo da tanto asco, como todos nos creemos famosos gracias a las redes sociales, como todo el sistema de palillos que hemos ayudado a construir cede bajo la presión de un meñique, yo elijo la ficción.
Yo elijo a Ralph Wiggum.
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