¿Está de moda?
Quizás, aunque lleva siendo un tema de interés desde hace mucho tiempo.
Si lo unimos con el miedo a lo desconocido, el asombro ante la naturaleza y cultura ancestrales, las sociedades cerradas y cultos centrados en extrañas figuras, podemos estar construyendo una buena definición de horror rural o folk horror.
No es mi intención, ni mucho menos, pero Pinos Blancos, la novela de Gemma Amor que acaba de editar Dilatando Mentes, es justo eso y me gusta mucho, muchísimo.
Titulo: Pinos Blancos / "White Pines"
Autora: Gemma Amor
Editorial: Dilatando Mentes, 2024
Páginas: 386
Traductor: José Ángel de Dios
Rústica con solapas
Terror rural y cultos arcanos.
Megs, tras ver cómo su vida da un giro inesperado, en una decisión que va a tener unas consecuencias que no puede alcanzar a comprender, regresa al pueblo en el que vivió de niña junto a su abuela.
Un pueblo construido sobre tierra sagrada.
Una isla imposible.
Un culto arcano.
Una deidad arcaica.
Un secreto ancestral.
Bienvenidos a Pinos Blancos.
Rezad lo que sepáis.
Poca sinopsis, ¿eh?
No sabéis lo que lo agradezco. Si ya casi ni veo trailers de películas y la mayoría de las veces ni leo los argumentos antes de las lecturas.
Unas pocas líneas, ambiguas, tres o cuatro elementos interesantes y ya es suficiente.
Lo bueno de Pinos Blancos comienza ya ahí, desde su intriga argumental.
Narrada en primera persona por Megs, nuestra protagonista, la novela arranca con, inquietante prólogo aparte, el fin de la vida de Megs tal y como la conoce.
Una relación sentimental fallida y una sensación de rechazo que termina por llevarla a una casa familiar en herencia, en lo más recóndito de las Highlands escocesas.
Una vez allí, además de hacer frente a recuerdos familiares, personales y a la soledad, comenzará a darse cuenta que no todo es tan normal e idílico en ese pequeño pueblo que mira a una extraña isla.
Una isla abandonada, por motivos antiguos y modernos, adornada por una serie de pinos blancos y que cuenta con la desconfianza de los habitantes locales: la isla engaña...
Pinos Blancos gana enteros cuanto menos sepas de su argumento. Estamos ante una historia de folk horror, llena de elementos clásicos del género, muy ceñida a su localización. Gemma Amor se encarga de distribuir esa información, con gran acierto, a lo largo de la novela para que mantenga un ritmo constante.
Y eso no es nada fácil.
Casi 400 páginas de historia, narrada en primera persona, en una localización pequeña y con ciertos elementos misteriosos que están presentes casi desde el inicio. Todo apuntaba a que la lectura no iba a resistir sin meterse en caminos extraños... pero lo consigue.
Utilizando una estructura de capítulos cortos, llenos de cliffhangers, Amor ejecuta una planificación casi perfecta de su novela, dosificando giros, misterios y horrores para crear una novela muy sólida.
Hay pocos personajes, obvio, pero Megs se alza como una protagonista imbatible, casi olvidando que es una voz narrativa para convertirse en una persona real que está a tu lado, contándote una historia increíble.
El folk horror está teniendo un pequeño resurgimiento, no se si a raíz de "Midsommar" o por esa necesidad actual de reconectar con la naturaleza y sus misterios. Pinos Blancos se convierte en un ejemplo perfecto y central de este horror rural moderno, manteniendo parte de los elementos clásicos del género junto con alguna capa más moderna.
El punto de partida clásico, ese extraño que llega a una sociedad rural aislada llena de creencias ancestrales está ahí, de fondo. Megs llega al pequeño pueblo escocés, más aislado imposible, en el que siente una mezcla de cercanía y extrañeza. Ella vivió allí con su abuela, de niña, pero ha perdido esa conexión.
El tema principal se actualiza con esa idea de reconectar con la naturaleza, con el hogar, con volver a lo rural como vía de escape de la toxicidad de las grandes urbes y sus gentes.
Cubierta de la edición inglesa. |
Otro punto importante es la simbología. Pinos Blancos, la novela y el lugar donde transcurre la acción, están marcados por extraños símbolos entre los que destaca un triángulo con puntos en sus vértices y otro en el centro. Símbolos recurrentes, llenos de significado, que se conectan con la propia geografía del lugar.
Megs, como decía, es la nueva extraña pese a que sus raíces están en ese lugar.
Pinos Blancos también utiliza la figura de la mujer, moderna o antigua, como custodias del conocimiento, de lo místico, guardianas del saber perdido entre naturaleza y lo místico.
Otro punto clave del folk horror es la presencia de cultos, de sectas, que intentan salvaguardar ese conocimiento secreto. Aquí también hay, por supuesto, pero mejor lo descubris por vuestra cuenta...
Y hay más, mucho más, entre folklore clásico escocés, leyendas sobre islas abandonadas, ruinas, secretos y puertas que se abren a lo desconocido.
Tenía mis dudas con respecto a Pinos Blancos, no os voy a engañar, pero después de enfrentarme a la obra de Gemma Amor la sensación no puede ser mejor.
Todo en ella me parece un acierto: los capítulos cortos, esos finales que hacen que sigas leyendo el siguiente de inmediato, el folk horror actualizado, su potencia visual, etc.
Una historia que puede parecer clásica, con pocas bazas para sorprender, pero tiene un uso tan brillante de todos los elementos a su alcance que consigue destacar.
Y eso lo hace desde la honestidad, sin esconder sus raíces, sin dar vueltas innecesarias para esconder lo evidente, sin lanzarse a juegos elevados, aprovechando un trabajo de planificación excelente.
La edición en castellano de Dilatando Mentes, en rústica, cuenta con la más que correcta traducción de José Ángel de Dios, a los que hay que agradecer la publicación de obras así de estimulantes en el mercado nacional.
La isla engaña es una de las máximas de la novela. Una advertencia a los forasteros que se atreven, inconscientes ellos, a lanzarse a lo atractivo de lo desconocido. Sin conocer sus raíces, sin ser conscientes de su poder.
La isla engañará, pero Pinos Blancos y Gemma Amor, no.
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