lunes, 14 de abril de 2025

Vuelve a mí - Rubén Sánchez Trigos / Grijalbo

Zombi
1. Voz de origen africano occidental, introducida en español a través del inglés, que significa 'cadáver reanimado mediante prácticas de brujería'. Su plural es zombis.

Inicio esta reseña a lo Pulp Fiction, tanto para centrar un poco la temática como para recalcar conceptos. Ese cadáver reanimado tiene mayor importancia de la que puede parecer, aunque todo el mundo tiene muy claro lo que es un zombi. El clásico personaje del terror, tan manoseado en las últimas décadas, es, quizás, una de las figuras más universales del género. Cuerpos decrépitos, putrefactos, que llevan nuestra civilización al colapso, reinando sobre las ruinas del mismo, llevando a los pocos seres humanos que sobreviven a una lucha sin cuartel por las migajas de la vida.
The Walking Dead o las pelis de Romero, vamos. 
Eso es lo que ha calado en el imaginario popular, el pim pam pum postapocalíptico con una eficacia digna de estudio, pero se obvian muchísimos aspectos relacionados con la construcción del zombi y su inevitable unión al contexto social. Cosa que, dicha sea de paso, no entra en conflicto con comerse gente y volver de las tumbas. 

Vuelve a mí es la última novela de Rubén Sánchez Trigos y os puedo decir un par de cosillas: tiene relación con la temática zombi, como os podéis imaginar, y su lectura termina por afianzar al autor como uno de mis favoritos dentro del panorama nacional, después de sus anteriores Los huéspedes (Drakul, 2009),  Bajo el barro (Booket, 2020) y La noche de Venus (Dolmen, 2024).

Título: Vuelve a mí
Autor: Rubén Sánchez Trigos
Editorial: Grijalbo, 2025
Páginas: 384
Tapa blanda con solapas

El origen.
2004. Un hombre llega a un hospital de Madrid hecho un manojo de nervios porque su mujer está dando a luz. Enseguida le informan de que la niña ha nacido muerta. Pero entonces, cuando aún no se ha recuperado de esa terrible noticia, recibe otra sorpresa macabra e incomprensible…

El descubrimiento.
Diecinueve años después. Como bastantes jóvenes de Leganés, Silvia se enfrenta a un presente oscuro y a un porvenir incierto. Cuando presencia la muerte de su mejor amiga durante una protesta vecinal, Silvia corre hacia ella y la abraza. Un gesto desesperado que, inexplicablemente, le devuelve la vida.

El horror.
A partir de ese momento, Silvia se encamina hacia un futuro que no puede controlar. Pronto descubrirá que este extraño don no solo la convierte en un ser especial, sino también en alguien muy preciado para una empresa aparentemente innovadora que esconde algo mucho más siniestro.

La carne encierra una verdad, pero esa verdad tiene su propio peaje: en cuanto la aceptas, no puedes dejar de creer en ella.


Me estoy transformando en ese tipo lector que no lee las sinopsis o, si lo hago, intento pasar de puntillas por esas líneas, extraer la información esencial y accionar un botón de reseteo en mi memoria para olvidar el resto.
No es difícil, requiere algo de práctica pero os lo recomiendo.
Otras veces ni me lo planteo, siempre y cuando cuente con la confianza plena en el trabajo de un escritor o escritora.
Con Vuelve a mí hice una especie de mezcla de ambas cosas: no tengo ningún tipo de duda con las obras bajo la firma de Rubén Sánchez Trigos pero esa genérica y misteriosa cubierta necesitaba un poco de aporte de información extra. Así que me lancé a leer la sinopsis editorial y me quedé con una etiqueta: zombis.
Vuelve a mí iba a ser una novela de zombis. Quedaba catalogada a espera de ser leída pero lo que me encontré fue, en efecto, una temática tangencial a las obras de muertos vivientes con un giro, una vuelta de tuerca.
Una última recomendación, aunque creo que lo repito siempre: cuanto menos sepáis de la novela, mejor.

Voy a llevarme la contraria de lo que os acabo de comentar y centro mi atención en los primeros capítulos de la novela.
2004, Leganés. 
Un almacenero llega a un hospital, con su mujer en la sala de partos, ante el inminente nacimiento de su primogénita. Algo sale mal y se le informa que la pequeña no ha superado el parto. El hombre, abatido, reconoce el cadáver y se despide de ella en la morgue del hospital. Pero, justo en el momento en el que abandona la sala, escucha un ruidito. La niña está viva y respira, milagro. Un fenómeno extraño, alegremente inusual, rematado por la extraña presencia de un hombre ciego que abandona las dependencias...
Hay muy poco tiempo disponible para la cantidad de estímulos que nos bombardean, así que nunca minusvaloréis la importancia de un arranque impactante. 
Eso es justo lo que hace Vuelve a mí, un primer destello, en apenas un puñado de páginas, que presenta una enorme cantidad de incógnitas, atándote irremediablemente a la lectura.
Después hay un salto temporal, casi dos décadas, que nos deja en el presente. Silvia es esa niña, ya casi adulta, que sigue en Leganés, perdida en este mundo nuestro. Las relaciones familiares no van bien, el trabajo es una utopía y se ve arrastrada a una protesta vecinal junto con Laura, su mejor amiga. La cosa termina con Laura atropellada por un autobús, delante de un montón de testigos, y Silvia corriendo a abrazar a su amiga fallecida. Justo en ese momento, Laura se levanta y camina, desapareciendo frente al confuso gentío...
…y, ¡hasta aquí!
Prometí contar poco, pero esto es lo mínimo, creedme. 
Creedme, también, cuando os digo que todas las cuestiones que plantean estos primeros pasos quedan bien trabajadas en la novela.


El argumento y las ideas, a las que volveré en un rato, no son ningún problema en Vuelve a mí, como os podéis imaginar. En cuanto a la narrativa, si habéis conocido al autor gracias a la anterior La noche de Venus, aquí os vais a encontrar a un Rubén Sánchez Trigos diferente. No creo que se deban comparar entre sí todas las obras de un autor o autora; cada una cuenta una historia diferente, con voces distintas y objetivos diversos, pero si que sirve para tener una ligera idea de los terrenos en los que se mueve.
La noche de Venus, como decía, era una novela corta mucho más directa, casi un guion cinematográfico, con un enfoque rápido, centrado en lo que ocurre en una noche tremebunda. Vuelve a mí es una novela larga, con una importantísima carga social y conceptos cercanos al terror que hay que desarrollar con cautela, con mimo, poco a poco, para que enraícen con la fuerza que se necesita.
¿Qué quiero decir con eso? Pues que me ha parecido una novela más cercana a Bajo el barro, por ejemplo, que a La noche de Venus. Es una novela de casi 400 páginas, que no cae en los excesos de Bajo el barro, pero tiene cierta sintonía con ella. 
Hay evolución, si se comparan las dos novelas largas de Rubén Sánchez Trigos. Menos descripciones, mejores diálogos, voces más personales (Silvia, en especial), un paso más en esa mezcla de terrores terrenales, abstractos y elementos sociales, sin dejar atrás el entretenimiento, el horror, la construcción clásica de un thriller y algún desfase que otro. 
Rubén Sánchez Trigos vuelve a introducir pequeños elementos de páginas web, libros, entrevistas, algún vídeo..., adecuando el lenguaje y estilo de esos fragmentos.
También aparecen tramos que me resultaron algo pesados, más rocosos, encallados en una dinámica a la hora de desarrollar los temas relativos a una misteriosa corporación, junto con algunas tramas demasiado estiradas en el tiempo. Es verdad que, en esos casos, juega en su contra la necesidad de avanzar, de conocer todos los entresijos, gracias al altísimo ritmo del que, en contrapunto, disfrutan otras partes.
Mención aparte a la hora de crear voces reales, diálogos cercanos, creíbles, que muchas veces, cuando nos sumergimos en el terror, brillan por su ausencia.
El ritmo, pese a esos altibajos, es alto, bien enmarcado por un arranque muy bueno y un tramo final dinámico, sangriento y atrevido, que deja un inmejorable sabor de boca (a hierro, a hemoglobina).


Rubén Sánchez Trigos es Doctor en Comunicación Audiovisual y tiene una tesis sobre el cine de zombis español, publicada en forma de ensayo bajo el nombre de La orgía de los muertos (Editorial Shangrilá, 2019). No digo esto como información de relleno o para citar el currículum de Rubén; esa investigación, esa pasión y ese conocimiento aplicado se reflejan en Vuelve a mí. Creo haber leído al propio autor comentar en redes sociales que la novela surgió como un mecanismo de fuga frente al trabajo de tesis doctoral, una manera de volcar ese conocimiento zombi en algo creativo, más allá del academicismo. 
Hay mucho, muchísimo, conocimiento zombi en Vuelve a mí; tanto que creo que araño levemente la superficie.
Lo primero y más importante (en mi opinión, claro): devuelve al zombi al terreno de lo social, un campo que no debería de haber abandonado tan a la ligera. El zombi actual, ya quemado, manoseado y con poca no-vida, se ha convertido en un campo apocalíptico en el que solo crecen los brotes de los preparacionistas, los conspiranoicos, la caída de nuestra sociedad actual para la creación de mundos en los que sobreviven los más fuertes, violentos, crueles y flipados. No voy a echarle la culpa a Danny Boyle, Robert Kirkman, la AMC, los videojuegos o Zach Snyder (bueno, a este un poquito, si...) pero ese enfoque de lo zombi no me gusta nada y ya llevamos unas cuántas décadas sufriéndolo. 
El obvio enfoque del zombi como reflejo de una sociedad desigual, rota, injusta, quedó sepultado por mochilas militares con banderas, MacGyvers hipermusculados capaces de salir indemnes de cualquier situación y una despersonalización aún mayor de los pobres cuerpos incapaces de descansar para siempre. 
Vuelve a mí se aleja de esos mundos postapocalípticos porque el apocalipsis ya está aquí, entre nosotros. 
Ya ha pasado y no nos hemos dado ni cuenta.
El mundo del mañana llega con la gentrificación, con generaciones enteras de sueños pisoteados, corrupción, desencanto y asomarte a la ventana para ver la calle plagada de casas de apuestas con el interior a oscuras. 
Tumbas para vivos, haciendo bueno eso de harán de los cementerios sus catedrales y de las ciudades vuestras tumbas (podéis cambiar cementerios por centros comerciales).
Las ciudades ya son nuestras tumbas.
Rubén Sánchez Trigos no puede elegir una protagonista mejor que Silvia, una chica de 19 años, para incorporar el bagaje que tienen las generaciones actuales y no solo eso: el esfuerzo de volver a posicionar al zombi en el centro, no como un peligro casi inerte e impersonal, garras y dientes podridos, si no como alguien que importa. 
Y, ¿cómo llevar lo zombi al terreno de lo social? Pues incorporando el elemento que, a día de hoy, nos convierte en muertos vivientes. Llámalo capitalismo, llámalo trabajo, llámalo empresa. Como quieras. Somos seres prescindibles, pequeñas ruedas dentadas accesorias de engranajes gigantes, números de maltrecha Seguridad Social, expedientes en mesas de Recursos Humanos. 

Bub, una de esas maravillosas creaciones del maestro Romero

Hay dos fuentes principales de horror en Vuelve a mí. Una evidente, física y directa, basada en los muertos vivientes, revividos o zombis que Rubén Sánchez Trigos lleva al terreno del cine de George A. Romero, hermanándola con su Day of the dead (El día de los muertos, 1985) en muchísimos aspectos, junto con la tradición zombi original que viaja a terrenos del vudú, de cultos religiosos perdidos de zonas recónditas, libros prohibidos o las encarnaciones modernas de los mitos y leyendas, en forma de videos virales.
Pero también hay otra capa, alejada de lo terrenal, de los dientes que muerden y las manos que agarran, hay un elemento casi CliveBarkiano, onírico, que me fascina pero que voy a dejar aquí flotando para que lo descubráis.
Todo ese horror explotará en un tramo final salvaje, dinámico, bordeando un montón de líneas rojas que no puedo más que celebrar. 


Vuelve a mí confirma a Rubén Sánchez Trigos como uno de mis autores favoritos de terror de la actualidad. Un escritor capaz de llegar a la esencia de elementos comunes del horror y el fantástico para volver a ponerlos por delante de cualquier otro enfoque, mientras juega con esos tropos para construir algo que se siente nuevo, fresco, real y veraz. 
Una novela, mezcla de thriller y terror, que sabe atraer tu atención desde el inicio, darte elementos para entretenerte durante todo su desarrollo, mientras otros mensajes van calando, para estallar en un final brutal, sangriento y para todas estas personas a las que nos gusta este rollo, divertidísimo.
Hay un aroma de Cementerio de animales de Stephen King por toda la novela, ese aura oscura que, junto con el toque de novela de terror y thriller de los noventa (de esas que iban a por todas y completaban cualquier huequecito de la historia) y el enorme bagaje cinéfilo, convierten a Vuelve a mí en una novela con muchísima personalidad.

El zombi vuelve a colocarse en el tablero del conflicto social sin perder su aura de peligro, de monstruo, manteniendo esa ambivalencia entre la fuerza de destrucción que es, un síntoma de la podredumbre, con la persona que reside en su interior.
Y eso, recuperar a una figura tan sobada como el zombi, para darle un impulso tan centrado en sus bases, en su propio origen, no es nada fácil.
Un truco digno del mejor de los levantadores.

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