Hay veces que nos olvidamos de que el cine es un espacio en blanco que se puede rellenar con lo que se quiera para dar forma a una película, que no es más que una historia contada con imagen y sonido.
La mayoría de las veces que nos sentamos a ver una película, buscamos una historia que nos suene o conozcamos aunque sea a medias y esbozamos media sonrisa cuando el camino que observamos se asemeja a la hoja de ruta que tenemos en el cerebro. Todo correcto, todo queda en casa.
Otras veces nos zambullimos en una historia que no sabemos por donde va a tirar, que giros va a tener y la sensación de frescura resulta agradable, hipnótica.
Siete psicópatas es uno de esos casos donde dejamos a un lado la autopista y nos vamos por una carretera secundaria.
Colín Farrell es un guionista alcohólico, aunque renuncie a aceptarlo,con un guión entre manos que no acaba de arrancar. Sam Rockwell es su colega,empeñado en que termine su historia y actor y secuestrador de perros a tiempo parcial, ayudado por Christopher Walken, que secuestra chuchos para sacar dinero y así poder pagar el tratamiento de cáncer de su esposa pero se equivocan raptando a el perro del mafioso interpretado por Woody Harrelson que...
...mejor paro aquí que narrar el argumento no resulta fácil.
A medio camino de la escuela Tarantiniana y la del Guy Ritchie de Snatch, Siete psicópatas emprende un camino sin guía a través de los azarosos mares de la creación y de la locura, con unos actores que clavan sus papeles, tanto Rockwell (uno de los mejores actores de la actualidad) o Walken que haciendo de si mismo, parece que ni actúa, esta espectacular. La película también intenta hacer un ejercicio de metacine, reflejando sus carencias o ideas a través del propio film, en la piel de un Collin Farrell que tiene que soportar las críticas del resto de personajes sobre su trabajo, señalado de plagio o de la endeble caracterización de los personajes femeninos. Pero no esperéis un derroche locuaz y violento, al estilo Rocknrolla, es mas introspectiva, ligada a la naturaleza propia del cine y su proceso de creación.
Es una rareza adorable, con segmentos brillantes (las historias intercaladas, el inquietante Tom Waits o la historia del psicópata cuáquero... antológica) y un ejercicio tanto de guión como de dirección, ambas de Martin McDonagh, que hace unos añitos ya sorprendió con Escondidos en Brujas (2008).
Extraña, única y enorme, para guardar en la colección.
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