El terror está en un buen momento. No se si percibís lo mismo o es cosa mía pero se lee, se ve y se habla sobre terror.
Hay películas muy taquilleras y camisetas con personajes en grandes cadenas de ropa, en un momento de crisis global a muchísimos niveles (social, política, creativa...).
O quizás, como os digo, seré yo que, al igual que la Jade de Stephen Graham Jones, tengo puestas las gafas del slasher y solo veo a través de esas lentes.
Da igual: vosotras y vosotros creedme.
Seguidme el rollo.
En momentos de expansión, como pasó en los 70, en los 80 o finales de los 90 el terror, como género, como expresión, muta para adaptarse al contexto. Hay ejercicios más arriesgados, que pueden funcionar o no, y otros más conservadores, aglutinando las ideas que se sabe que funcionan.
La casa del exorcista de Nick Roberts, editada en castellano por Dilatando Mentes, con la traducción de Francisco Jota-Pérez, es un ejemplo de novela de terror de esas que generan afición. Sencilla, directa y llena de momentos que recuerdan a...