Podéis pensar en extraños mecanismos, en el destino, en coincidencias o conexiones directas y normales.
Lo que queráis.
Son elementos que no tenías en tu radar, no los habías tenido en cuenta y que, al final, se convierten en piezas importantes.
Algo así, trasladado al mundo de la literatura, es lo que me ha sucedido con Las guerras secretas, novelas de Esteban Bentancour, editada por Insólita.
Llegó a mis manos de una manera tan fortuita como agradecida y se ha convertido en una pequeña obsesión, acompañándome estas últimas semanas.
Una novela que parece alejarse de lo que suelo leer pero que me ha convencido de principio a fin.
Una última cosa: ¿habéis oído hablar de La Convergencia?
Título: Las guerras secretas
Autor: Esteban Bentancour
Editorial: Insólita, 2025
Páginas: 540
Rústica con solapas.
Gracias al autor y editorial por su confianza y el ejemplar para su reseña
Autor: Esteban Bentancour
Editorial: Insólita, 2025
Páginas: 540
Rústica con solapas.
Gracias al autor y editorial por su confianza y el ejemplar para su reseña
En el corazón de Ginebra, la muerte de un joven físico del CERN y de un popular podcaster, envueltos ambos en misteriosas teorías sobre mecánica cuántica y conspiraciones globales, despierta el interés de la prensa y de la policía judicial.
A medida que las investigaciones avanzan, entre capturas de mensajes de texto, audios inquietantes y documentos clasificados, la inspectora Denisse Levernier se verá inmersa en un caso mucho más complejo y personal de lo que había previsto. Un oscuro entramado que conecta a las revolucionarias teorías del físico asesinado con la enigmática Oficina para el Desarrollo Convergente.
Y con un plan secreto, a una escala inimaginable, capaz de asegurar la supervivencia de nuestra especie o de condenarla para siempre.
Una pequeña historia, una batallita, que creo que se ajusta a lo que os comentaba en la introducción. ¿Cómo llegaron estas guerras secretas a mis manos?
Hace tiempo que sigo a Esteban Bentancour por los mundos literarios de internet. Esteban tiene la buena costumbre de analizar sus lecturas; ya no digo reseñar, si no analizar. Si no estáis acostumbradas y acostumbrados a su trabajo, en Visión Prospectiva o en Tryperion tenéis unos ejemplos inmejorables.
La cuestión es que me acerqué a su blog gracias a un artículo que hizo sobre Ciudad de Jade de Fonda Lee, una maravillosa novela, también editada por Insólita, y sobre la que os debería hablar algún día.
Lo haré.
En fin.
Tenía Las guerras secretas como un punto fijo en el próximo Festival Celsius pero la amabilidad de Esteban hizo que esta lectura se adelantase unas semanas.
Cosas que llegan sin avisar, piezas que encajan de forma misteriosa.
Esa entrada que os comentaba sobre Ciudad de Jade en Visión Prospectiva, Diseccionando la fascinación, me dejó alucinado. Coincidía en su mayoría con mi idea sobre la novela, pero estaba todo tan bien hilado, tan unido a otras ideas, que se convirtió en un punto de referencia.
Y ese carácter, esa necesidad de ir un poquito más allá de lo obvio, es justo el espíritu que invade toda la lectura de Las guerras secretas.
¿De qué va Las guerras secretas?
No hay destripes, obvio, y no resulta una misión sencilla hablar de ello sin desvelar alguna sorpresa; iré con pies de plomo, que no quiero que vengan a silenciarme.
Ginebra, sede de múltiples organizaciones a nivel mundial y capital de la burocracia. Lugar de reuniones, papeleo, maletines, cafés para llevar, edificios acristalados y agendas llenas.
Un sitio perfecto para tratar temas de importancia... y para la conspiración.
Caldo de cultivo ideal para que un podcaster, especializado en temas conspiranoicos, realice su trabajo. Y lo hace tan bien, es tan certero en sus intervenciones, que termina muerto.
¿Qué estaba investigando?
Otro fallecimiento, el de un joven científico del CERN, que había dado con algunas ideas interesantes sobre mecánica cuántica, efectos globales y una misteriosa oficina centrada en algo llamado Convergencia.
El caso llega a manos de la inspectora Denisse Levernier, que empezará a verse enredada en un caso lleno de callejones sin salida, documentos, conversaciones y giros que sembrarán la sombra de la duda sobre todo lo que cree conocer.
Ciencia, investigación, ideas al límite, conspiración..., todos los elementos de un thriller, o un tecnothriller si me pedís que especifique, con temas muy actuales.
Todo perfecto y cristalino, pero ¿Qué diferencia Las guerra secretas de cualquier otro thriller del estilo?
No os voy a desvelar una de las grandes sorpresas de la novela, que ya sería un elemento distintivo por si mismo, pero la obra de Esteban Bentancour tiene un enorme as en la manga.
Las guerras secretas está narrada utilizando documentos de todo tipo y no me refiero a parcialmente narrada o un truco utilizado en algunos capítulos, no.
Nada de eso.
La novela se construye, por completo, a partir de documentos transcritos de toda índole. Pensad en informes, noticias, cartas, transcripciones de chats, llamadas de audio y podcasts o documentos de la más árida burocracia. Esteban retuerce tanto esa estructura que, a mitad de novela y acompañando un giro argumental, se saca de la manga ciertos elementos que van a exprimir aún más esa idea.
No hay otra forma de contar las cosas en Las guerras secretas y eso aporta una carga gigantesca a su personalidad.
Como bien dice Daniel Pérez Castrillón, a.k.a. Mangrii, en el fantástico y apropiadísimo prólogo, esta forma de narrar ancla la novela a los mixed media books. Seguro que él os puede contar muchísimo más sobre ese estilo, sin duda, pero abrazar esa manera de narrar las historias supone un tremendo compromiso.
Esteban Bentancour acepta el riesgo y comienza a construir la novela tirando de ejemplos relativamente sencillos (conversaciones transcritas, chats, noticias...) pero, a medida que la historia requiere más complejidad, más personajes y puntos de vista, esa misión se complica. Lo salva con elegancia, introduciendo elementos totalmente justificados que ayudan a abordar la creciente complejidad.
Luego está el tema de los puntos de vista. Una novela así, cercana al espionaje, llena de secretos, conspiraciones y revelaciones, está llena de trampas, de engaños.
Y esos trucos deben encajar en el tipo de narración que plantea.
Las personas al otro lado de la página, en un principio, tenemos la misma información que Denisse Levernier, la protagonista, y nos costará discernir entre verdad y mentira, entre trucos de humo y espejos o la cruda realidad.
Posteriormente, con esa complejidad creciente, la historia requiere otros enfoques y Esteban, que podría optar por engañarnos, dejarnos ciegos ante la verdad, decide que otros personajes añadan información a la novela. Un jaleo, un jardín, del que sale airoso, pero me imagino el esfuerzo que tuvo que ser importante.
De aquí saco un par de cosas que me gustaron un poco menos, sin ser nada grave.
El devenir de la historia estruja al máximo a la manera que está narrada y, en algunas partes, pierde esa frescura de narrarse a partir de documentos, para acercarse a algo parecido a una narración tradicional. Comprendo que es necesario para que tengamos toda la información bien estructurada y de manera directa, pero me da esa sensación de forzar al máximo la estructura.
Y eso también se traslada a la revisión tan concienzuda que hace el autor sobre todo lo que ocurre en el libro. Ya os podéis imaginar el jaleo importante que se monta en el último tramo, lleno de revelaciones, tramas que explotan, engaños y dobles engaños, como buen thriller. Esteban no quiere dejar ni un cabo suelto, conectando hasta el más mínimo detalle y giro de la trama. Es tan exhaustivo que termina por ahogar un poco el ritmo de lectura.
Ya tenemos claro que Las guerras secretas es un tecnothriller sorprendente, lleno de giros, narrado por completo de una forma muy peculiar y que todas las piezas terminan encajando, pero hay más.
La novela se estructura en tres grandes partes, casi como una matrioshka invertida.
Es decir, de menor a mayor complejidad.
Lo que arranca siendo una curiosa investigación de unas muertes peculiares termina llegando a una trama global que afecta a la humanidad por completo, a una escala gigantesca.
Un gran punto a favor porque vas entrando en la trama, poco a poco, atando cabos, uniendo ideas y, cuando te das cuenta, no lo puedes soltar.
Levernier, la protagonista principal, resulta un personaje clave para que la novela funcione. Además de ese papel clave, ella será la encargada de contar la historia a través de sus llamadas, sus reflexiones e investigaciones. Denisse es un personaje interesantísimo, con una vinculación personal y personal en la trama, y Bentancour no escatima escenas ni tiempo en desarrollarla. No hay un narrador omnisciente que nos cuente toda la historia (aunque hay soluciones para ello...) así que conoceremos a Denisse a través de sus acciones y su forma de hablar. Ese factor también se une a la necesidad de utilizar un lenguaje adecuado a cada documento que aparece para que resulten creíbles.
Otro reto, porque no es lo mismo escribir una conversación entre dos personajes, una noticia de prensa o una transcripción de un podcast y que todo se perciba real.
Y creo que lo logra, consigue que los personajes sean creíbles y los documentos, veraces.
Un último eslabón sería el ritmo.
No es una novela de acción frenética, aunque tiene sus buenas escenas de acción, pero la secuencia de hechos ayuda a que se lea muchísimo más rápido de lo que pueden indicar sus 500 y pico páginas. Que se construya a partir de documentos ayuda, pero es la forma en que se estructura, como va construyendo la atmósfera o las relaciones, lo que consigue esa fluidez.
Las redes de Las guerras secretas se extienden en un montón de direcciones. Hay una parte terriblemente real, anclada en esta realidad nuestra de burocracia infinita, conflictos (el de Ucrania tiene un papel principal) y oficinas llenas de secretos y mentiras. Pero aquí hemos venido a jugar y la novela abraza, sin complejos, ideas y giros cercanos a la ciencia ficción, sin perder de vista los thrillers más comerciales.
No se, meted en una batidora a Tom Clancy, Robert Ludlum, a ciertos aspectos de Fringe y Expediente X, algunas cosillas que podrían venir de Black Mirror, me recuerda un poco a Destino Oculto, la película basada en un relato de Philip K. Dick, ideas y conceptos que pueden acercarse a determinados enfoques de Horizon Zero Dawn, el videojuego de PlayStation y una concepción de las escenas más vertiginosas que las emparento con el Christopher Nolan de Origen o Tenet, ese enfoque de acción más estilizada.
No penséis que, al ser una novela basada en documentos, las ideas se quedan en un ámbito poco arriesgado: cuando pisa el acelerador, derriba los límites de nuestra realidad y va hasta el final con sus ideas. No es un enfoque burocrático, también hay riesgo y diversión dentro de esa gran incógnita que es la Convergencia.
Tampoco penséis que tiene un enfoque negativo, conspiranoico o anticuado. Es una novela muy actual, abierta, con una visión relativamente positiva y clara sobre los conflictos.
Hace tiempo que sigo a Esteban Bentancour por los mundos literarios de internet. Esteban tiene la buena costumbre de analizar sus lecturas; ya no digo reseñar, si no analizar. Si no estáis acostumbradas y acostumbrados a su trabajo, en Visión Prospectiva o en Tryperion tenéis unos ejemplos inmejorables.
La cuestión es que me acerqué a su blog gracias a un artículo que hizo sobre Ciudad de Jade de Fonda Lee, una maravillosa novela, también editada por Insólita, y sobre la que os debería hablar algún día.
Lo haré.
En fin.
Tenía Las guerras secretas como un punto fijo en el próximo Festival Celsius pero la amabilidad de Esteban hizo que esta lectura se adelantase unas semanas.
Cosas que llegan sin avisar, piezas que encajan de forma misteriosa.
Esa entrada que os comentaba sobre Ciudad de Jade en Visión Prospectiva, Diseccionando la fascinación, me dejó alucinado. Coincidía en su mayoría con mi idea sobre la novela, pero estaba todo tan bien hilado, tan unido a otras ideas, que se convirtió en un punto de referencia.
Y ese carácter, esa necesidad de ir un poquito más allá de lo obvio, es justo el espíritu que invade toda la lectura de Las guerras secretas.
¿De qué va Las guerras secretas?
No hay destripes, obvio, y no resulta una misión sencilla hablar de ello sin desvelar alguna sorpresa; iré con pies de plomo, que no quiero que vengan a silenciarme.
Ginebra, sede de múltiples organizaciones a nivel mundial y capital de la burocracia. Lugar de reuniones, papeleo, maletines, cafés para llevar, edificios acristalados y agendas llenas.
Un sitio perfecto para tratar temas de importancia... y para la conspiración.
Caldo de cultivo ideal para que un podcaster, especializado en temas conspiranoicos, realice su trabajo. Y lo hace tan bien, es tan certero en sus intervenciones, que termina muerto.
¿Qué estaba investigando?
Otro fallecimiento, el de un joven científico del CERN, que había dado con algunas ideas interesantes sobre mecánica cuántica, efectos globales y una misteriosa oficina centrada en algo llamado Convergencia.
El caso llega a manos de la inspectora Denisse Levernier, que empezará a verse enredada en un caso lleno de callejones sin salida, documentos, conversaciones y giros que sembrarán la sombra de la duda sobre todo lo que cree conocer.
Ciencia, investigación, ideas al límite, conspiración..., todos los elementos de un thriller, o un tecnothriller si me pedís que especifique, con temas muy actuales.
Todo perfecto y cristalino, pero ¿Qué diferencia Las guerra secretas de cualquier otro thriller del estilo?
No os voy a desvelar una de las grandes sorpresas de la novela, que ya sería un elemento distintivo por si mismo, pero la obra de Esteban Bentancour tiene un enorme as en la manga.
Las guerras secretas está narrada utilizando documentos de todo tipo y no me refiero a parcialmente narrada o un truco utilizado en algunos capítulos, no.
Nada de eso.
La novela se construye, por completo, a partir de documentos transcritos de toda índole. Pensad en informes, noticias, cartas, transcripciones de chats, llamadas de audio y podcasts o documentos de la más árida burocracia. Esteban retuerce tanto esa estructura que, a mitad de novela y acompañando un giro argumental, se saca de la manga ciertos elementos que van a exprimir aún más esa idea.
No hay otra forma de contar las cosas en Las guerras secretas y eso aporta una carga gigantesca a su personalidad.
Como bien dice Daniel Pérez Castrillón, a.k.a. Mangrii, en el fantástico y apropiadísimo prólogo, esta forma de narrar ancla la novela a los mixed media books. Seguro que él os puede contar muchísimo más sobre ese estilo, sin duda, pero abrazar esa manera de narrar las historias supone un tremendo compromiso.
Esteban Bentancour acepta el riesgo y comienza a construir la novela tirando de ejemplos relativamente sencillos (conversaciones transcritas, chats, noticias...) pero, a medida que la historia requiere más complejidad, más personajes y puntos de vista, esa misión se complica. Lo salva con elegancia, introduciendo elementos totalmente justificados que ayudan a abordar la creciente complejidad.
Luego está el tema de los puntos de vista. Una novela así, cercana al espionaje, llena de secretos, conspiraciones y revelaciones, está llena de trampas, de engaños.
Y esos trucos deben encajar en el tipo de narración que plantea.
Las personas al otro lado de la página, en un principio, tenemos la misma información que Denisse Levernier, la protagonista, y nos costará discernir entre verdad y mentira, entre trucos de humo y espejos o la cruda realidad.
Posteriormente, con esa complejidad creciente, la historia requiere otros enfoques y Esteban, que podría optar por engañarnos, dejarnos ciegos ante la verdad, decide que otros personajes añadan información a la novela. Un jaleo, un jardín, del que sale airoso, pero me imagino el esfuerzo que tuvo que ser importante.
De aquí saco un par de cosas que me gustaron un poco menos, sin ser nada grave.
El devenir de la historia estruja al máximo a la manera que está narrada y, en algunas partes, pierde esa frescura de narrarse a partir de documentos, para acercarse a algo parecido a una narración tradicional. Comprendo que es necesario para que tengamos toda la información bien estructurada y de manera directa, pero me da esa sensación de forzar al máximo la estructura.
Y eso también se traslada a la revisión tan concienzuda que hace el autor sobre todo lo que ocurre en el libro. Ya os podéis imaginar el jaleo importante que se monta en el último tramo, lleno de revelaciones, tramas que explotan, engaños y dobles engaños, como buen thriller. Esteban no quiere dejar ni un cabo suelto, conectando hasta el más mínimo detalle y giro de la trama. Es tan exhaustivo que termina por ahogar un poco el ritmo de lectura.
Ya tenemos claro que Las guerras secretas es un tecnothriller sorprendente, lleno de giros, narrado por completo de una forma muy peculiar y que todas las piezas terminan encajando, pero hay más.
La novela se estructura en tres grandes partes, casi como una matrioshka invertida.
Es decir, de menor a mayor complejidad.
Lo que arranca siendo una curiosa investigación de unas muertes peculiares termina llegando a una trama global que afecta a la humanidad por completo, a una escala gigantesca.
Un gran punto a favor porque vas entrando en la trama, poco a poco, atando cabos, uniendo ideas y, cuando te das cuenta, no lo puedes soltar.
Levernier, la protagonista principal, resulta un personaje clave para que la novela funcione. Además de ese papel clave, ella será la encargada de contar la historia a través de sus llamadas, sus reflexiones e investigaciones. Denisse es un personaje interesantísimo, con una vinculación personal y personal en la trama, y Bentancour no escatima escenas ni tiempo en desarrollarla. No hay un narrador omnisciente que nos cuente toda la historia (aunque hay soluciones para ello...) así que conoceremos a Denisse a través de sus acciones y su forma de hablar. Ese factor también se une a la necesidad de utilizar un lenguaje adecuado a cada documento que aparece para que resulten creíbles.
Otro reto, porque no es lo mismo escribir una conversación entre dos personajes, una noticia de prensa o una transcripción de un podcast y que todo se perciba real.
Y creo que lo logra, consigue que los personajes sean creíbles y los documentos, veraces.
Un último eslabón sería el ritmo.
No es una novela de acción frenética, aunque tiene sus buenas escenas de acción, pero la secuencia de hechos ayuda a que se lea muchísimo más rápido de lo que pueden indicar sus 500 y pico páginas. Que se construya a partir de documentos ayuda, pero es la forma en que se estructura, como va construyendo la atmósfera o las relaciones, lo que consigue esa fluidez.
Las redes de Las guerras secretas se extienden en un montón de direcciones. Hay una parte terriblemente real, anclada en esta realidad nuestra de burocracia infinita, conflictos (el de Ucrania tiene un papel principal) y oficinas llenas de secretos y mentiras. Pero aquí hemos venido a jugar y la novela abraza, sin complejos, ideas y giros cercanos a la ciencia ficción, sin perder de vista los thrillers más comerciales.
No se, meted en una batidora a Tom Clancy, Robert Ludlum, a ciertos aspectos de Fringe y Expediente X, algunas cosillas que podrían venir de Black Mirror, me recuerda un poco a Destino Oculto, la película basada en un relato de Philip K. Dick, ideas y conceptos que pueden acercarse a determinados enfoques de Horizon Zero Dawn, el videojuego de PlayStation y una concepción de las escenas más vertiginosas que las emparento con el Christopher Nolan de Origen o Tenet, ese enfoque de acción más estilizada.
No penséis que, al ser una novela basada en documentos, las ideas se quedan en un ámbito poco arriesgado: cuando pisa el acelerador, derriba los límites de nuestra realidad y va hasta el final con sus ideas. No es un enfoque burocrático, también hay riesgo y diversión dentro de esa gran incógnita que es la Convergencia.
Tampoco penséis que tiene un enfoque negativo, conspiranoico o anticuado. Es una novela muy actual, abierta, con una visión relativamente positiva y clara sobre los conflictos.
Termino Las guerras secretas muy satisfecho, aunque puede parecer que no es mi campo de acción, y con ganas de más. Las ideas que maneja Esteban Bentancour son tan buenas y tienen tantas posibilidades que, a pesar de ser una novela autoconclusiva, daría para más.
Y luego, el riesgo. Lo que podría ser una buena novela se transforma en algo más, gracias al riesgo que corre con su estructura y narrativa. Aplaudamos el riesgo y la osadía, siempre.
Sería un lujo sentarse a la sombra, cada verano o cada par de veranos, con una nueva historia de Denisse Levernier que llevarse a la vista.
Sería un gran futuro, sin duda.
Y luego, el riesgo. Lo que podría ser una buena novela se transforma en algo más, gracias al riesgo que corre con su estructura y narrativa. Aplaudamos el riesgo y la osadía, siempre.
Sería un lujo sentarse a la sombra, cada verano o cada par de veranos, con una nueva historia de Denisse Levernier que llevarse a la vista.
Sería un gran futuro, sin duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Siéntete libre de comentar, charlar y replicar sobre el tema que prefieras pero siempre con respeto. ¡Gracias!