Hay películas muy taquilleras y camisetas con personajes en grandes cadenas de ropa, en un momento de crisis global a muchísimos niveles (social, política, creativa...).
O quizás, como os digo, seré yo que, al igual que la Jade de Stephen Graham Jones, tengo puestas las gafas del slasher y solo veo a través de esas lentes.
Da igual: vosotras y vosotros creedme.
Seguidme el rollo.
Seguidme el rollo.
En momentos de expansión, como pasó en los 70, en los 80 o finales de los 90 el terror, como género, como expresión, muta para adaptarse al contexto. Hay ejercicios más arriesgados, que pueden funcionar o no, y otros más conservadores, aglutinando las ideas que se sabe que funcionan.
La casa del exorcista de Nick Roberts, editada en castellano por Dilatando Mentes, con la traducción de Francisco Jota-Pérez, es un ejemplo de novela de terror de esas que generan afición. Sencilla, directa y llena de momentos que recuerdan a...
Título: La Casa Del Exorcista
Autor: Nick Roberts
Editorial: Dilatando Mentes, 2025
Traducción: Francisco Jota-Pérez
Páginas: 322
En el verano de 1994, el psicólogo Daniel Hill compra una idílica granja enclavada en la sierra de Virginia Occidental.
Daniel, su esposa Nora, y su hija adolescente Alice, quedan de inmediato seducidos por la belleza natural de la propiedad y los alrededores, y disfrutan de la experiencia que supone arreglar la vieja casa, pero todo cambia cuando descubren una habitación oculta en el sótano que contiene un pozo, cuya abertura está cegada con tablas con multitud de crucifijos.
Las leyendas locales sobre las inclinaciones del anterior propietario por realizar exorcismos salen a la luz, pero para entonces será tarde, porque la pesadilla ya se habrá desatado.
La novela tiene claras sus intenciones desde la primera página. Un prólogo rápido, intrigante, sobre lo sucedido en la granja unos meses antes de la llegada de nuestra familia protagonista y en el que, por si el título, la portada o la sinopsis no lo había dejado claro, certifica lo que vamos a leer a continuación.
Los Hill compran la granja, mediados de los 90, y las cosas extrañas se acumulan, removiendo viejos pecados y secretos, hasta que llega un punto de no retorno en el que deben hacer frente a la amenaza, a la propia historia de la propiedad y todo lo que encierra, al ser la antigua morada de un supuesto exorcista.
Bien, cartas sobre la mesa.
Nick Roberts sabe perfectamente el terreno de juego en el que quiere hacer su partida.
Mediados de los 90: no hay tecnología móvil, la situación social es diferente a la actual y quedan ramalazos del Satanic Panic.
Daniel Hill, cabeza de familia, psicólogo, quiere comprar esa extraña propiedad alejada de la gran ciudad porque está en unos terrenos que se van a revalorizar. Compra la granja, la repara, vive la experiencia rural, huye de algún problemilla y la vende al alza, especulando un poquito.
Nora, su mujer, no está muy conforme pero accede porque un secreto la atormenta y reconcome, un error que podría destruir su convivencia.
Y Alice, la hija adolescente, piensa que su vida ha terminado, al alejarse de su entorno, sus amigos y la gran ciudad.
La granja, el otro gran personaje de la novela, es una enorme extensión de terreno en medio de ninguna parte, salvo algún vecino que parece vivir lejos. Un lugar extraño, lleno de secretos como agujeros en un sótano, tapados con tablas, crucifijos y recuerdos.
Cartas sobre la mesa, decía, y ahí las tenéis casi todas. Nick Roberts tiene claro lo que quiere contar y cómo lo quiere contar. 300 páginas cargadas de ritmo, funcionando a base de diálogos y descripciones muy visuales, alguna escena sangrienta, un par de giros y cerrando con un epílogo juguetón.
Tan juguetón que hay una precuela The Exorcist's House Genesis y una secuela, The Exorcist's House Resurrection (confirmadas, creo, por Dilatando Mentes para su edición en castellano).
Muy visual, casi una traslación directa de lo que podemos ver en el cine a formato novela. Hablo de referentes clarísimos como Amityville o casi cualquier película del Universo de los Warren, desde The Conjuring a, no se, Anabelle, pasando por otros mundos de James Wan, como Insidious y sus secuelas.
Todo ahí, a la vista, al alcance de la mano, repitiendo tropos, giros y hasta jump scares.
Ahora, para llegar a lo esencial, al meollo del asunto, tengo que hacerme una pregunta de respuesta compleja: ¿os la recomendaría?
Voy a dar un par de vueltas pero creo que me explicaré.
Aunque ahí, bajo el logo del blog, pone horrores y reseñas, lo que perpetro en este huequecito es, más bien, una especie de diario de mis impresiones como lector.
¿Es eso una reseña?
Puede que si, puede que no, pero si que creo que para ser una reseña, como tal, tiene que tener cierto criterio basado en crítica narrativa, estilo, etc.
Aquí solo está mi experiencia como lector, única y exclusivamente, y es que justo eso, en este caso, es relativamente importante.
Me enfadé (nada grave, es un decir) leyendo La casa del exorcista pero no podía dejar de leer.
Anticipaba cada giro, cada referencia, enviaba sesudos mensajes de WhatsApp a mis amigos explicándoles los diálogos genéricos, las situaciones mil veces vistas y ese final lleno de cierta carga religiosa.
Bueno, es una novela sobre exorcismos, no se que esperaba, la verdad.
Pero, como digo, no podía dejar de leer, ni aún cuando calca un jump scare tan mítico como uno que sale en la primera entrega de Insidious, aún cuando esos trucos no me funcionan en una novela.
Y, cuando terminé el libro, dudé; dudaba en si Roberts hacía todo eso queriendo o simplemente pensaba que estaba siendo original reutilizando tantos lugares comunes o si ese fondo religioso era inherente a una novela de esta temática o iba un pasito más allá en sus convicciones.
A día de hoy sigo sin tenerlo claro: no se si es un homenaje a los Paperbacks, de ahí su ambientación noventera, su humor raro y sus diálogos o si maneja esos elementos porque funcionan y están grabados en la mente colectiva.
Y, así, en un mar de dudas, dejé reposar la novela.
Esperando, a ver si me dejaba algún tipo de regusto, fuera de las primeras impresiones.
Aquí solo está mi experiencia como lector, única y exclusivamente, y es que justo eso, en este caso, es relativamente importante.
Me enfadé (nada grave, es un decir) leyendo La casa del exorcista pero no podía dejar de leer.
Anticipaba cada giro, cada referencia, enviaba sesudos mensajes de WhatsApp a mis amigos explicándoles los diálogos genéricos, las situaciones mil veces vistas y ese final lleno de cierta carga religiosa.
Bueno, es una novela sobre exorcismos, no se que esperaba, la verdad.
Pero, como digo, no podía dejar de leer, ni aún cuando calca un jump scare tan mítico como uno que sale en la primera entrega de Insidious, aún cuando esos trucos no me funcionan en una novela.
Y, cuando terminé el libro, dudé; dudaba en si Roberts hacía todo eso queriendo o simplemente pensaba que estaba siendo original reutilizando tantos lugares comunes o si ese fondo religioso era inherente a una novela de esta temática o iba un pasito más allá en sus convicciones.
A día de hoy sigo sin tenerlo claro: no se si es un homenaje a los Paperbacks, de ahí su ambientación noventera, su humor raro y sus diálogos o si maneja esos elementos porque funcionan y están grabados en la mente colectiva.
Y, así, en un mar de dudas, dejé reposar la novela.
Esperando, a ver si me dejaba algún tipo de regusto, fuera de las primeras impresiones.
Unas semanas después sigo sin tener las cosas claras pero puedo confirmar que, en realidad, me lo pasé muy bien leyendo la novela; tanto que leeré las siguientes entregas.
Hay veces que abordo una lectura con la reseña en mente, con el cuello alto, las gafas y la pipa humeante de la ranciedad. Y sale el bicho que tenemos dentro que, a veces, nos posee: el de yo lo haría mejor o esto ya lo vi en (introduzca aquí la serie/novela/peli), un monstruo que muerde, desgarra y aniquila.
Es verdad que hay cosas que son lo que son y La casa del exorcista no es inmune a ello: narración muy directa, paseos por sitios que ya hemos visto mil veces o personajes que nunca hacen caso a ninguna advertencia, pero justo eso, en una novela así, con esa perspectiva, no me parece tan negativo.
La casa del exorcista no esconde sus intenciones, sus raíces o sus referencias. Es un terror asequible, cinematográfico, lleno de escenas impactantes, ritmo y un epílogo que cierra la lectura de una forma magnífica.
Puro disfrute y entretenimiento.
No esperéis nada novedoso, sesudo, rompedor..., es la traslación directa de un blockbuster de terror:
Y funciona.
Aunque le moleste a mi monstruo interior.
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