martes, 21 de junio de 2022

Reseña de "Letra torcida, letra torcida" - Tom Franklin / Dirty Works Editorial

"M, I, letra torcida, letra torcida, I, letra torcida, letra torcida, I, joroba, joroba, I" 
Así se les enseña a los niños del Sur a deletrear Mississippi.

Pocas maneras más evocadoras y certeras se me ocurren para arrancar un libro como "Letra torcida, letra torcida" de Tom Franklin. La excelente novela, editada por los compadres de Dirty Works, es un paseo por las orillas del Mississippi de la mano del recuerdo, secretos enterrados, chicas desaparecidas y muchos condicionantes sociales.


El argumento

Finales de los años setenta. Chabot, una pequeña localidad rural del sur de Mississippi. Larry es un adolescente solitario y triste que se pasa todo el día encerrado en su cuarto leyendo libros de Stephen King. Su padre, dueño del taller en la carretera 11, dice que es un negado para la mecánica. Una mañana, camino del colegio, recogen en la carretera a una mujer negra y a su hijo, Silas, que, desde hace unos días, viven como refugiados en una cabaña de caza en mitad del bosque. Los dos adolescentes, pese a tenerlo todo en contra, clase, raza y modo de vida, forjan un fuerte vínculo de amistad. Sus vidas cambian la noche en que Cindy Walker desaparece y nunca vuelve a saberse de ella.

Más de veinte años después, Larry, condenado al ostracismo, lleva una existencia solitaria a cargo del viejo taller de su padre. Silas ha regresado después de una prolongada ausencia y se ha convertido en el alguacil del pueblo. Cada uno lleva su vida como buenamente puede. Silas ve a Larry de vez en cuando al pasar con el coche por delante del taller de camino a cualquier otra parte. Procura que sus miradas no se crucen.

Pero los dos viejos «amigos» se verán obligados a retomar el contacto y a confrontar un doloroso pasado. Los buitres han hallado en el río el cadáver descompuesto de un conocido camello de poca monta y acaba de desaparecer otra chica.

Honestidad y maestría. 

Honestidad. 
A veces es lo único que busco en un libro. Me da igual que sea de terror, de fantasía o un policiaco. Necesito que la narración sea honesta, que la mente detrás de la escritura sea sincera con las cabezas que estamos al otro lado de la página. 
Y en eso, en voces honestas, Tom Franklin (y Dirty Works) triunfa.

Tom Franklin construye una historia, de ida y vuelta, en dos tiempos con dos personajes principales: Larry y Silas. Dos tiempos, dos visiones; dos pasados y dos presentes. 
La narración no es lineal, Franklin va tejiendo los hilos de la historia poco a poco, estableciendo relaciones, revelaciones y consecuencias, respetando el punto de vista de cada personaje. 

Hay dos elementos clave que Tom Franklin domina: el uso del lenguaje y la construcción de diálogos
Lenguaje certero, menuda maravilla. 
Ni una frase de más, ningún elemento que se pierde por el camino. Una clase magistral de cómo contar una historia con una precisión brutal. Descripciones que hay que leerlas, pequeñas maravillas de vida rural norteamericana, que terminan por meterte en un estado, en una atmósfera, donde eres consciente de que cada detalle suma, el barro mancha, el calor sofoca y la bolsa en la que Silas lleva sus bocadillos de salchicha, transparenta. 
Eso sin perder de vista el ritmo y una administración perfecta de todos sus elementos. 

... en el modo en que el tiempo amontona los años nuevos sobre los viejos, pero los viejos permanecen ahí, como los primeros anillos, los más apretados, en el corazón de los árboles, los más ocultos, protegidos en la oscuridad y blindados contra las inclemencias del tiempo. Pero entonces una sierra lo penetra y el árbol se viene abajo y los anillos quedan expuestos al sol y la savia resplandece y el tocón queda abierto, a la vista de todo el mundo.

"Letra torcida, letra torcida" también se apoya en unos diálogos brillantes que sirven, además, para construir a unos personajes fuertes, enraizados en la infancia, con ramas que les alcanzan en el presente. 
Importantísimo: cada personaje, en cada época, tiene una voz propia, real, creíble. 

Literatura 100% norteamericana, sureña, con un realismo y cercanía que le impide caer en el truco fácil, en la egocéntrica visión de los autores de las grandes ciudades. Así son en las riberas del Mississippi, así viven en ciudades como Chabot, pequeñas, destartaladas. Si te crees que eso no va contigo, que eso es movida yankee, hazme un favor: asómate a la ventana y mira. Esos mismos elementos están ahí, a la vista.

Uno de los libros de cabecera de Larry

La mezcla de realismo sureño y policiaco, junto con el estilazo de Tom Franklin, siempre deja un regusto visual. Una temporada perdida (y buenísima) de True Detective, por ejemplo. Una buena peli de Taylor Sheridan. 
Ese tipo de cosas. 
En lo literario resuena al Stephen King más pegado a la tierra, el que detalla los comportamientos de sus personajes y el anclaje del adulto con su infancia. En los pecados, los remordimientos y los secretos. 
Tampoco es ajena a contenido como el racismo (endémico en cualquier parte del mundo, no penséis que es exclusivo del sur norteamericano), la exclusión social en colegios e institutos, las relaciones padre/madre con hijo/hija, lo jodido que es ser diferente, tenebroso (de piel, de comportamiento), a ojos de la mayoría. 

Citaba a Stephen King anteriormente y también tiene una presencia explícita en el libro. Larry, el chico blanco de familia media, pasó su juventud anclado a la lectura de novelas de King a finales de los 70. El raro del instituto, salpicado por la desaparición de una chica, que va a desembocar en Larry El Tenebroso, leyenda local, apestado socialmente. 
La relación de Larry y Silas es lo que construye la novela, tanto a finales de los 70 como su versión adulta, casi 30 años después. 


En definitiva. 

"Letra torcida, letra torcida" va de cabeza a lo más alto de lo mejor que he leído este año. Ese realismo, la forma en la que Tom Franklin construye los diálogos, los personajes y el ambiente, el crimen, los pecados, los remordimientos.

La edición de Dirty Works ayuda: un formato perfecto, papel duro que soporta las palabras y las ideas y una traducción completísima de Javier Lucini. 

344 páginas reales, tangibles, honestas.
Imprescindible. 

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